13 Oct 2024

La hora menos pensada (Marcos 13,33-37)

[Evangelio del domingo, 1.º Adviento – Ciclo B]


Marcos 13,33-37:

«Mirad, vigilad: pues no sabéis cuando es el momento. Es igual que un hombre que se fue de viaje y dejo su casa, y dio a cada uno de sus criados su tarea, encargando al portero que velara. Velad entonces, pues no sabéis cuándo vendrá el dueño de la casa, si al atardecer, o a medianoche, o al canto del gallo, o al amanecer; no sea que venga inesperadamente y os encuentre dormidos. Lo que os digo a vosotros lo digo a todos: ¡Velad!»

Dicen los expertos que el estrés comienza por una situación de tensión que es normal en todos los animales cuando perciben un peligro. Ese estado de alerta agudiza los sentidos, prepara el cuerpo para una posible huida o lucha y, en fin, está basado en la necesidad de autoprotección. En nuestras sociedades complejas puede darse esa tensión de forma permanente, en personas con muchos o difíciles asuntos que resolver o que, al menos, perciben de esa manera sus tareas. El cuerpo no está preparado para estar siempre en tensión y por ello se producen alteraciones, dolores, enfermedades. Se puede llegar a un exceso de estrés que necesita tratamiento médico.
Jesús también nos habla de la necesidad de tensión espiritual. El ser humano no es solo cuerpo y mente, también la dimensión espiritual de la vida merece ser cuidada. Todas las personas, de una manera u otra, intuyen su aspecto trascendente. Algunos le ponemos nombre, y pensamos que hay un Dios que nos ha creado por amor y que ha venido para salvarnos e indicarnos el camino de la vida; otros rechazan el lenguaje religioso, pero hablan, de otra manera, de la profundidad y misterio de la vida, de la naturaleza, del universo, de la muerte…
Para los cristianos, la tensión espiritual se concreta en palabras como las del evangelio de hoy: Velar, vigilar, esperar, no dormir… Son metáforas de una actitud interior de confianza en Dios que surgen de la conciencia profunda de ser amados por él. Ningún mensaje de Jesús tiene sentido si olvidamos que todo parte del amor de Dios, ni siquiera el mandamiento más importante. ¿A santo de qué podríamos nosotros amarnos, como hizo Jesús, dando la vida, si él no nos hubiese amado primero?
Por eso la llamada a la vigilancia, a la tensión espiritual, que leemos en el evangelio, debe ser entendida como espera de amor, confianza esperanzada en la vida que Dios nos regala. Si lo entendemos de otro modo, y por desgracia eso ha sucedido en la historia de nuestra querida Iglesia, la venida de Dios a nuestra vida se convierte en amenaza de condenación. Así, la tensión espiritual se transforma en estrés religioso, la alegría de la espera en miedo al juicio y nuestro testimonio de cristianos llenos de fe no es más que un espectáculo ridículo ante el mundo que nos mira y se ríe de nuestra alma encogida y asustada.
Nada de eso. La invitación de Jesús a velar, a esperar, a vigilar, está preñada de alegría y henchida de esperanza. Jesús no nos pide que vigilemos el cielo, en busca de grandes portentos del fin del mundo. Porque Dios llega siempre, a cada momento, a la hora menos pensada, ahora mismo, en este instante. Dios está, sí, a tu alrededor, en tu vida, como el corazón que bombea tu sangre para que llegue hasta los capilares más finos de tu cuerpo. Así es el Dios-Amor del que Jesús habla. No hay un instante, un átomo de tu cuerpo, de tu alma, de tu vida, de tus alegrías y preocupaciones, que no sea alcanzado por la promesa de salvación y vida plena que Dios lleva milenios manteniendo.
Deberíamos vivir espiritualmente estresados pero por lo contrario del estrés físico. No porque temamos un peligro que nos puede sobrevenir, sino porque nos damos cuenta de que no somos capaces de acoger la inmensa grandeza del amor de Dios que se derrama en nuestros corazones a cada instante, somos limitados, y no tenemos la inmensa capacidad de asombro que merece estar rodeados de tanta belleza, de tanta bondad, de tanta verdad, de tanto amor. Si tuviésemos los ojos limpios y en ellos una fugaz chispa de fe, seríamos capaces de comprender la enormidad del bien que inunda el universo. Jesús lo vio, los místicos han podido intuirlo, los santos de todos los tiempos lo han hecho vida.
Así, con una enorme sonrisa y el brillo de la esperanza en nuestros ojos, podemos gritar, como Jesús: ¡Velad!

(Domingo 1.º Adviento – Ciclo B)

7 comentarios en «La hora menos pensada (Marcos 13,33-37)»

  1. Me encanta tu entrada, me ha parecido muy reveladora. Algunos curas de mi colegio de niña nos metían miedo con el asunto del fin del mundo, pero no puede haber porstura más equivocada. Me quedo con la tuya. Y procuraré velar siempre 🙂

  2. un dia de estos me pongo al dia y todo, eso me pasa por no estar a lo que tengo que estar, ya me han pillado este fin de semana tambien… un abrazo a todos.
    andromeda74
    p.d.:sigo que tengo que terminar de preparar la mochila… imprimir… seguro que al final me olvido de alguna cosa… la ultima vez me deja la pasta de dientes, el gel y el champú :-S

  3. Es una entrada verdadera mente reveladora, que en mi caso particular me llama mucho la atención, la bondad de dios, pues intentare estar vigilante. Lo dicho: ¡Velad!

  4. Muy bueno! El velar y orar implica estar apartado de toda obra muerta, procurar el dia a dia la santidad, porq de lo cual nadie vera a Dios. (S.marcos:13:33) es un sermón proférico destrucción de jerusalen que hay señales antes de su venida y luego como sera su venida. Miedo no hay que tener, pero si debemos estar siempre en nuestro reloj a la espera de su regreso y si no estamos preparado no iremos con Él.
    Es una alerta a no hay q tomarlo a la ligera

  5. Mi pregunta es; Cuanto todo esto acontezca, se supone que Jesucristo ya vino por su Iglesia. por los muertos en Cristo y los aún vivos ya se fueron a las bodas del cordero. Cierto.??

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