13 Oct 2024

El cardo borriquero (Jeremías 17,5-8; Lucas 6,17.20-26)

[1ª lectura y evangelio del domingo, 6.º Ordinario – Ciclo C]
Hoy, además del evangelio, os traigo también la primera lectura, del profeta Jeremías, que me parece que dice cosas muy interesantes.

Jeremías 17,5-8:

Así dice el Señor:
Maldito quien confía en el hombre,
y en la carne busca su fuerza,
apartando su corazón del Señor.
Será como un cardo en la estepa,
no verá llegar el bien;
habitará en la aridez del desierto,
tierra salobre e inhóspita.
Bendito quien confía en el Señor
y pone en el Señor su confianza:
Será un árbol plantado junto al agua,
que junto a la corriente echa raíces;
cuando llegue el estío no lo sentirá,
su hoja estará verde;
en año de sequía no se inquieta,
o deja de dar fruto.

Lucas 6,17.20-26:

Jesús bajó del monte con los Doce y se paró en un llamo con un grupo grande de discípulos y de pueblo, procedente de toda Judea, de Jerusalén y de la costa de Tiro y de Sidón.
Él, levantando los ojos hacia sus discípulos, les dijo:
—Dichosos los pobres, porque vuestro es el Reino de Dios.
»Dichosos los que ahora tenéis hambre, porque quedaréis saciados.
»Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis.
»Dichosos vosotros cuando os odien los hombres y os excluyan y os insulten y proscriba vuestro nombre como infame por causa del Hijo del hombre.
»Alegraos ese día y saltad de gozo; porque vuestra recompensa será grande en el cielo. Eso es lo que hacían vuestros padres con los profetas.
»Pero, ¡ay de vosotros, los ricos, porque ya tenéis vuestro consuelo!
»¡Ay de vosotros, los que estáis saciados, porque tendréis hambre!
»¡Ay de los que ahora reís, porque haréis duelo y lloraréis!
»¡Ay si todo el mundo habla bien de vosotros! Eso es lo que hacían vuestros padres con los falsos profetas.

Hay ocasiones en las que la Palabra de Dios es muy clara. Las imágenes que presenta hoy Jeremías, por ejemplo, se comprenden a la primera. Cualquiera de nosotros, aunque haya nacido en una ciudad y apenas conozca el campo, es capaz de distinguir un árbol seco de uno frondoso. La imagen del cardo en el desierto y la del árbol plantado junto al agua es expresión de dos formas de vida, de dos opciones de fondo que Jeremías nos pone delante para interrogarnos: ¿Cómo prefieres vivir? ¿Prefieres ser un árbol frondoso o un cardo reseco?
Desde luego que la respuesta es fácil e inmediata; nadie quiere ser un cardo borriquero. Pero la reflexión de Jeremías sigue adelante: ¿Y cuál es la diferencia entre una vida frondosa y otra raquítica? Si saliésemos a la calle a preguntar encontraríamos muchas respuestas diversas: El dinero, quizá, o la prosperidad; o bien la salud; o el amor…, «salud, dinero y amor» como los horóscopos.
Jeremías da una respuesta profunda, dice que lo que distingue una vida plena de otra vacía es, ante todo, la confianza en Dios. Su poema, creo que con toda la intención, comienza con un equívoco provocador: «Maldito quien confía en el hombre». Esta frase está puesta para llamarnos la atención y obligarnos a tomar partido. La respuesta espontánea es que no, que Jeremías se equivoca, que la confianza en las personas no es mala. Pero Jeremías es perfectamente consciente de ello, lo que sucede es que la frase no termina ahí, así que nos obliga a leerla con su final: «Maldito quien confía en el hombre … apartando su corazón del Señor». Esto es otra cosa, Jeremías no dice que la confianza en los familiares y en los amigos sea rechazable, sino que hay una confianza más profunda de la que no podemos prescindir: la confianza en Dios.
El que confía en Dios vive la vida en positivo, se levanta cada mañana dando gracias a Dios por el nuevo día, porque sabe que es un regalo del Señor que se renueva.
El que confía en Dios es optimista y mira el futuro con esperanza. No es ingenuo, puesto que conoce las dificultades (Jeremías menciona al final la sequía), pero es capaz de encontrar solidez en su vida, en sus creencias y convicciones, para que los problemas no le hundan; más bien se pone manos a la obra para intentar solucionarlos.
El que confía en Dios conoce el dolor, y a veces lo conoce muy de cerca, pero es consciente de que el mal nunca tiene la última palabra, de que el amor de Dios es mucho más poderoso.
El que confía en Dios es feliz, profunda y auténticamente feliz. Vive una forma de felicidad tan distinta que muchos no la reconocen. Jesús intentó decir esto mismo cuando proclamó las bienaventuranzas. En ellas él llama felices a los que muchos tacharían de infelices. Jesús parece absurdo, contradictorio, pero tan sólo está sacando a la luz las contradicciones, los absurdos de nuestro mundo.
Los que ponen su confianza en las riquezas y en los bienes materiales (y no pensemos en los multimillonarios, que nosotros mismos podemos caer muchas veces en esa falsa confianza) un día van a descubrir que su vida está vacía, hueca, sin sentido, apoyada sobre arena y sin cimientos. Igualmente los que han hecho del «Bienestar» el ídolo al que sacrificar su tiempo; o los que piensan que reír solos es suficiente, e ignoran a las multitudes dolientes del mundo que les rodea; o los que buscan reconocimiento social, fama y prestigio, creyendo que así alcanzarán la felicidad ansiada.
Nada de esto, dice Jesús, va a servir para nada. No son más que formas de muerte disfrazadas de vida en minúscula.
La propuesta de Jesús es otra muy distinta; va al corazón de la persona y le sugiere que coja su vida en sus manos, que sea capaz de ponerse a tiro del dolor y el sufrimiento, que sea capaz de vivir con convicciones profundas, de luchar por la justicia, de abandonar las comodidades solitarias para compartir lo poco que cada uno tenemos y somos.
Todo esto es un absurdo, la verdad, es el absurdo del amor loco de Dios por la humanidad, es el absurdo del «te quiero» intenso y desgarrado que Dios sigue gritando en cada corazón humano, es el absurdo del que piensa que nuestro mundo sí tiene solución, que la sociedad sí tiene sentido, que un mundo nuevo y mejor sigue siendo posible a pesar de todo.
(Este domingo cae cerca del día de san Valentín, día de los enamorados, no está de más que recordemos la locura del amor más apasionado de la historia, fuente y origen de todos los amores que han sido, son y serán: Jesucristo chiflado por la humanidad hasta la muerte, hasta la última gota de su sangre, hasta el último suspiro de su aliento.)

(Domingo, 6.º Ordinario – Ciclo C)

7 comentarios en «El cardo borriquero (Jeremías 17,5-8; Lucas 6,17.20-26)»

  1. No sé muy bien si el amor que hoy se celebra (aunque no está de más decir que en mi tierra muchos no celebramos San Valentín, sino Sant Donís, que es el día de los enamorados valencianos el 9 de Octubre) puede aplicarse a Jesús, precisamente porque se celebra un amor romántico, de pareja, y creo que el amor de Dios es un amor diferente a ese: un amor más parecido al de unos padres por sus hijos o un autor por su obra más perfecta (una mezcla de ambos, supongo). Sin embargo, estoy muy de acuerdo con todo lo que dices en tu entrada (como casi siempre, jejejeje).
    Esta bien confiar en los demás, pero confiar "sólo" en los demás, dejando de lado a Dios, siempre es un error. Personalmente, no sé cómo hay tanta gente capaz de vivir sin Él. A veces, me da muchísimo miedo pensar en la posibilidad de que los ateos tengan razón y no exista, y ese pensamiento me produce sudores fríos y un miedo increíble, porque durante un momento vislumbro un mundo totalmente carente de sentido, un mundo absurdo. Menos mal que tengo la fe, la confianza y la esperanza de que no sea así, quiero creer que no es así. Es lo único que me da fuerzas. Por eso no soy capaz de concebir cómo es posible que haya gente que voluntariamente quiera creer lo contrario. En el fondo, deben ser bastante infelices.

    Un saludo y feliz domingo:

    Estelwen Ancálimë

  2. Hola Javi, si me lo permites, voy a manipular un poco tu comentario.
    Muchos que no confían en Dios también viven la vida en positivo
    Muchos que no confían en Dios, también se levantan cada mañana sintiéndose afortunados por el nuevo día. Son optimistas y miran el futuro con esperanza.
    Muchos que no confían en Dios también conocen las dificultades pero son capaces de encontrar solidez en su corta vida temporal, en sus creencias y convicciones, para que los problemas no les hundan; más bien se ponen manos a la obra para intentar solucionarlos.
    Muchos que no confían en Dios tambén conocen el dolor se enfrentan a él y luchan por la vida.
    Muchos que no confían en Dios no sé si son, profunda y auténticamente felices pero también gozan con su familia, con sus proyectos, con el sueño de una humanidad mejor.
    Quizá teniendo en su corazón la poesía, el amor, el espíritu de superación. Y algunos hasta escalan las montañas más altas estando en sillas de ruedas. Y muchos tienen grandes convicciones como éstas:
    “La mayor gloria no es nunca caer, sino levantarse siempre.
    Si quiere hacer las paces con su enemigo, usted debe trabajar con él.
    Una nación no debe juzgarse por cómo trata a sus ciudadanos con mejor posición, sino por cómo trata a los que tienen poco o nada.
    Una buena cabeza y un buen corazón son siempre una combinación formidable.
    La educación es el gran motor del desarrollo personal.”
    Dicen que son frases de Mandela. Ayer vi la película “Invictus” y el hilo conductor era: “Soy el amo de mi destino y el capitán de mi alma”. Quizá él confiaba en Dios, pero muchos que comparten esta esperanza en las personas y en la vida, no.
    Muchos que creen en Dios en cambio están deprimidos y es la sabiduría de los hombres la que les empuja a salir y a luchar por la vida: la de creer en sí mismos, la de ser capaz de aceptar las limitaciones, reconocer sus posibilidades, percibir la realidad correctamente, con objetividad, la de controlar su vida emocional. La psicología, la psiquiatría y la neurología resuelven cada día problemas de desequilibrios en cristianos y en personas totalmente ajenas a su propia relación con Dios. Y muchas no creyentes viven más felices, así lo experimentan, que muchos de los que cada domingo van a la iglesia, rezan a diario y se confiesan frecuentemente.
    Entonces me pregunto ¿ qué aportan las bienaventuranzas?.
    Como bien dices el amor loco de Dios. Que sí que es esponsal y romántico. Pocos se acuerdan de que la Iglesia es la Esposa Inmaculada de Cristo, a quien Él se entrega. Se desposa con nuestra carne al hacerse hombre, y convierte a la Iglesia en su propio Cuerpo después de su pasión.
    Para mí también las bienaventuranzas anuncian a todos los que están luchando en la vida por un mundo mejor, que Dios está de su parte. Que no están solos. Que creer en el Amor tiene sentido, es razonable, no es un sueño. Que el triunfo del Amor está garantizado.
    En el que confía en el Señor, de pronto, la fe ya es certeza. Un saludo.

  3. Precioso comentario, Inma. Sin embargo, respecto a lo último que dices, debo reconocer que personalmente nunca me ha convencido la afirmación e que la Iglesia es la esposa inmaculada de Dios. En primer lugar, porque creo que Dios es algo tan grande, tan inmenso, tan singular, que suponerlo el sujeto masculino de un matrimonio supone humanizarlo demasiado, y por tanto desvirtuar su naturaleza única y especial.
    Y, en segundo lugar, porque lo de que la Iglesia es la esposa de Dios suena igual a que "la Iglesia es la única que tiene la verdad absoluta sobre Dios", y yo, que soy de carácter bastante ecuménico, estoy convencida de que todos los creyentes, aunque no sean católicos o cristianos, también conocen y aman a Dios a su modo, aunque no lo hagan de la misma forma que nosotros. Y eso incluye tanto católicos como ortodoxos, protestantes, husitas, anglicanos, etc. Incluso los judíos, que al fin y al cabo, aunque su conocimiento no sea tan perfecto como el nuestro bajo nuestro punto de vista cristiano porque ellos no siguen a Cristo, sí que creen y aman al igual que nosotros a Yahvé, que al fin y al cabo es único y el mismo para todas las religiones monoteístas judeocristianas, por más que tengamos diferencias de matiz más o menos significativas, ya lo llamemos Dios, Yahvé, Alá, Jehová (aunque este último nombre es una traducción anglófona defectuosa de "Yavhé") o como sea.
    Por eso, prefiero ver a Dios como el gran Padre de todos (o la gran Madre, al fin y al cabo es un ente asexuado), que como el esposo de una institución que, al ser la única esposa, obviamente deja fuera de la legitimidad a todas las demás damas que le rondan. Ya se sabe que, hijos puedes tener muchos, pero esposa no hay más que una.

    Un saludo 🙂

  4. Vaya, el debate está calentito… 🙂

    Como tantas veces, las diferencias me parecen más en el lenguaje que el contenido. Para mí "creer en Dios" no es lo mismo que "decir que se creen en Dios". Por eso escribía que "el que cree en Dios ve la vida en positivo", en realidad para darle la vuelta a la frase: "el que ve la vida en positivo cree, de alguna forma, en Dios". En cambio, el que siempre está protestando contra todo y contra todos, quejándose de lo mal que está el mundo y de que toda la culpa la tienen los que gobiernan (sean quienes sean), demuestra que, en realidad, le falla mucho la fe, por mucho que diga que cree.
    Seguramente los no creyentes no estarán de acuerdo conmigo, y a mí me parece más bien que no creen en "la forma que los cristianos tenemos de hablar de Dios", o "la idea que ellos tienen de lo que los cristianos decimos" (qué lío de frase), pero en realidad nuestras ideas y nuestras palabras nunca llegan a expresar bien cómo es Dios. Lo digo porque la fe en Dios y la fe y confianza en uno mismo que demuestra la gente que lucha día a día no me parecen tan distintas.
    Por último, Inma se refería a la Iglesia como la Esposa de Cristo como respuesta a la frase de Estelwen de que el amor de Dios es más paternal que romántico. En la Biblia y en el cristianismo se reconoce que todo el amor humano es fruto del amor divino, es la forma más sublime que tenemos de parecernos a Dios; tanto el amor paternal-maternal como el amor esponsal, como el fraternal, todos han sido utilizados por los profetas y los autores del Nuevo Testamento y por Cristo mismo para intentar explicar el misterio del amor de Dios (sin que ninguno llegue a definirlo completamente, claro).
    Además, no se dice que Cristo sea el esposo de la Iglesia Católica, sino de la Iglesia entera (que está por desgracia dividida, pero de eso no tiene la culpa Cristo), por eso dice Inma que es el esposo de la Iglesia inmaculada, es decir de la Iglesia perfecta que estamos llamados a construir todos los cristianos. El hecho de que se diga que la Iglesia es esposa y no esposo simplemente viene de que Jesús era varón, pero eso no tiene ninguna diferencia teológica (es decir, que no se está afirmando que Dios sea masculino ni cambiaría nada la metáfora al decir que la Iglesia es esposo de Dios). Como digo, son frases que nos intentan acercar al misterio del amor de Dios que siempre se nos escapa.

  5. no se que mas añadir con todo lo que habeis puesto ya, pero no podia quedarme sin escribir con un texto tan bonito como el de este evangelio. y tan lleno de esperanza "dichosos los que sufren porque ellos seran consolado" ¿quien no ha sufrido aluna vez y le a parecido que su sufrimientono acababa nunca? sin embargo, al escuchar o leer estas alabras el corazon se llena de esperanza,y todo este evangelio es igual, aunque al final nos eche una merecida "bronca" que no es mas que para llamar nuestra atencion y volvamos al buen camino a pesar de los dolores que esto supone.
    Y que verdad es el texto de jeremias,cuantas veces confiamos en las personas en especial en las malas trayendonos la perdicion. Si confiaramos en dios al 100%… el nunca se equivoca y solo quiere uestro bien… si le otorgaramos nuestra plena confianza (lo se es muy duro) cuanto bien ganariamos la humanidad al completo, el mal desapareceria, y todo se inundaria con el amor de dios ¿no seria eso maravilloso?
    javi, chicas, estupendos comentarios todos. Javi, como sienmpre te doy toda la razon, me a encantado tu comentario, y el cierre precioso.

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