13 Oct 2024

Si el grano de trigo muere, da fruto (Juan 12,20-33)

[Evangelio del domingo, 5.º Cuaresma – Ciclo B]


Juan 12,20-33:

Entre los que habían ido a Jerusalén para dar culto a Dios en la fiesta había algunos griegos. Éstos se acercaron a Felipe, el de Betsaida de Galilea, y le dijeron:
—Señor, queremos ver a Jesús.
Felipe se lo fue a decir a Andrés; Andrés y Felipe se lo dijeron a Jesús. Jesús les respondió:
—Ha llegado la hora en que va a ser glorificado el hijo del hombre. Os aseguro que si el grano de trigo que cae en la tierra no muere, queda infecundo; pero si muere, produce mucho fruto. El que ama su vida la perderá; y el que odia su vida en este mundo la conservará para la vida eterna. El que quiera ponerse a mi servicio, que me siga, y donde esté yo allí estará también mi servidor. A quien me sirva, mi Padre lo honrará.
Ahora estoy profundamente angustiado. ¿Y qué voy a decir? ¿Pediré al Padre que me libre de esta hora? No, pues para esto precisamente he llegado a esta hora. Padre, glorifica tu nombre.
Entonces dijo una voz del cielo:
—Lo he glorificado y lo glorificaré de nuevo.
La gente que estaba allí y lo oyó, dijeron que había sido un trueno. Oros decían que le había hablado un ángel. Jesús replicó:
—Esta voz no ha venido por mí, sino por vosotros. Ahora es cuando va a ser juzgado este mundo; ahora el príncipe de este mundo va a ser echado fuera. Y yo, cuando sea levantado de la tierra, a todos los atraeré hacia mí.
Decía esto indicando de qué muerte iba a morir.

El evangelio de Juan se puede dividir en dos grandes partes. De los capítulos 1 al 12, Jesús se dedica a anunciar su mensaje a la gente, a hacer signos que invitan a la fe, a dialogar i discutir con los adversarios y a presentarse ante el mundo como el enviado de Dios que trae la salvación. A partir del capítulo 13, hasta el 21, todo cambia; se dedica durante cuatro capítulos a la enseñanza de sus discípulos y después se nos narrará la pasión, la muerte y la resurrección. Así, se puede resumir diciendo que la primera parte está dedicada a los signos, que muestran la misión de Jesús, y la segunda al cumplimiento de esta misión.
El fragmento que se lee este domingo está sacado del capítulo 12, es decir, hacia el final de la primera parte. En las palabras de Jesús se nota que ya está todo el pescado vendido. Él ya ha hecho todo lo que tenía que hacer ante el mundo, ya se ha manifestado como el amor de Dios que ha venido al mundo para salvarlo, ya ha hecho los signos que, quien ha querido, ha entendido, y ha y ha pronunciado los discursos que han mostrado quién es él. Los que han querido escuchar, han podido entenderlo, los que se han cerrado a su mensaje, lo han rechazado. Así se ha hecho el juicio entre unos y otros, tal como la lectura de la semana pasada nos decía. No es que Jesús haya hecho de juez, sino que él es la luz que pone al descubierto todo lo que hay.
Ahora nos dice Jesús que «ha llegado la hora». Esta frase es muy importante en el evangelio de Juan. «La hora» se refiere a su muerte, pero también a su glorificación. Es decir, para Juan, la cruz de Jesús es el lugar donde lo vemos reinando, dominando contra el mal. Porque la cruz no es la muerte de un fracasado, sino la entrega libre y voluntaria de un hombre-Dios que nos ama tanto que es capaz de darnos toda su vida, hasta la última gota de sangre.
El pasaje de hoy comienza con unos «griegos» que quería ver a Jesús. Era la fiesta de la Pascua, y muchos judíos había acudido a Jerusalén, como cada año. Una gran parte eran de cerca, de la misma Palestina, pero también venían judíos que vivían lejos, en amviente de cultura griega, y estos son los que aparecen aquí como «griegos». Años después, cuando se extienda con fuerza el cristianismo, serán estos judíos «griegos» los que más fácilmente aceptarán el mensaje universal de salvación de Jesús. Nosotros, como los griegos, si deseamos ver a Jesús, tenemos que acudir primero a los que lo conocen, a los apóstoles, que nos conducen a él.
Jesús les dedica palabras que parecen enigmàticas, pero que, con imágenes, están hablando del aspecto más difícil de asumir: la cruz. La muerte de Jesús no es un absurdo, es como el grano de trigo que se siembra en la tierra. El signo es muy sugerente, porque la semilla siempre es expresión de vida, anhelo de crecimiento futuro, esperanza de fecundidad. Así, lo que parecía el final, la muerte en cruz, se convertirá en un nuevo principio, en una renovación total de la vida humana, en una verdadera nueva creación.
Por eso el texto de hoy está lleno de expresiones paradójicas: la muerte y la gloria van juntas en Jesús, e irán juntas en nosotros si estamos dispuestos a seguirlo. Dar la vida, darla gratuitamente, totalmente, para los demás, es un mensaje tan revolucionario que cuesta de aceptar. Pero, según Jesús, aquí está la gloria, la vida, el fruto del futuro: la vida regalada siempre retorna porque Dios la hará retornar, la resucitará.

(Domingo 5.º Cuaresma – Ciclo B)
(Dibujo: Fano)

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