13 Oct 2024

Piedra angular de nuestra vida (Mateo 21,33-43)

[Evangelio del domingo, 27.º del Tiempo Ordinario – Ciclo A]

Mateo 21,33-43:

En aquel tiempo dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:
—Oíd otra parábola: Un hacendado plantó una viña, la cercó con una valla, cavó en ella un lagar, edificó una torre para guardarla, la arrendó a unos viñadores y se fue de viaje. Cuando llegó el tiempo de la vendimia, mandó sus criados a los viñadores para recibir su parte. Pero los viñadores agarraron a los criados, y a uno le pegaron, a otro lo mataron y a otro lo apedrearon. Mandó de nuevo otros criados, más que antes, e hicieron con ellos lo mismo. Finalmente les mandó a su hijo diciendo: “Respetarán a mi hijo”. Pero los viñadores, al ver al hijo, se dijeron: “Éste es el heredero. Matémoslo y nos quedaremos con su herencia”. Lo agarraron, lo echaron fuera de la viña y lo mataron. Cuando venga el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos viñadores?
Le dijeron:
—Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros viñadores que le paguen los frutos a su tiempo.
Jesús les dijo:
—¿No habéis leído nunca en las Escrituras: “La piedra que los constructores desecharon, en piedra angular se ha convertido; esto ha sido obra del Señor, una maravilla a nuestros ojos?” Pues bien, os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios para dárselo a un pueblo que pague sus frutos.

Hay parábolas especialmente intensas y dramáticas. Cuando Jesús hablaba con los sumos sacerdotes y los senadores del pueblo, no ocultaba su crítica. Ellos son los responsables que Dios ha encargado conducir a su pueblo, llevarlo hacia Dios; pero se han dedicado a apropiárselo, a creerse los dueños, a aprovecharse de sus cargos por interés propio.
El propietario de la viña representa a Dios, que formó su pueblo con delicadeza y afecto, como expresan las diversas acciones en la parábola (plantarla, cercarla con una valla, cavar el lagar, construir la torre, contratar a los viñadores); Dios ha hecho todo lo posible para cuidar de su pueblo, y ha escogido a unas personas para que diese fruto.
En contraste con las atenciones del propietario, los viñadores responden rechazando a sus enviados, maltratándolos, asesinándolos… Los enviados representan a los profetas que Dios envió al pueblo de Israel durante toda su historia; llevaban un mensaje de parte de Dios, casi siempre de conversión, de denuncia de las injusticias, de exigencia de fraternidad, pero el pueblo se negó a hacerles caso.
Finalmente envió a su hijo, es decir, Dios envía a Jesucristo para hacer oír su palabra de salvación en el mundo, pero los líderes del pueblo lo cogieron, lo sacaron de Jerusalén y lo mataron.
Para los cristianos que oían (y oímos) el evangelio, este relato es especialmente dramático, porque sabemos que se cumplió en Jesús mismo. En cambio, la pregunta final y la respuesta dura de los sacerdotes y senadores ya no corresponde a la historia que conocemos. Dios no envió su cólera contra los que hicieron matar a Jesús, ha hecho otra cosa mucho más sorprendente: ha resucitado a Jesucristo de entre los muertos, reconociendo así que su muerte fue en realidad una entrega por amor, convirtiéndolo en «piedra angular» que corona el edificio, la que los constructores (los líderes del pueblo) habían rechazado.
Los cristianos vemos en esta parábola la historia de nuestra salvación. Desde el principio, en la creación, Dios ha querido formar un mundo donde todo era bueno, después los hombres y mujeres lo hemos estropeado, negándonos a darle a él los frutos de amor, justicia y solidaridad que nos pedía (es cierto que la parábola va dirigida a los líderes, pero no solo a ellos, también nos interpela a nosotros). Dios ha continuado enviándonos su mensaje de muchas formas, pero ha sido más cómodo para nosotros no escucharlo. Dios nos ha enviado a su propio hijo, y nosotros, con nuestro pecado, hemos contribuido a su muerte en la cruz. Finalmente, Dios ha resucitado a Jesucristo para la salvación de todos. La piedra que también nosotros habíamos rechazado, se ha convertido en piedra angular de nuestras vidas.

(Domingo 27.º del Tiempo Ordinario – Ciclo A)

2 comentarios en «Piedra angular de nuestra vida (Mateo 21,33-43)»

  1. Me llama la atención que Jesús les pregunta cómo debe ser el final de la parábola (tiene final abierto). Me hace acordar a Natán y David con la parábola en el AT. Dios tiene más misericordia que ellos con ellos mismos. Aún así, les (nos) cuest ver los errores.
    Gracias Javier!
    Maxi.

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