Juan 6,51-54:
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
– Yo soy el pan vivo que ha bajado del cielo: el que come de este pan vivirá para siempre. Y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.
Disputaban entonces los judíos entre sí:
– ¿Cómo puede éste darnos a comer su carne?
Entonces Jesús les dijo:
– Os aseguro que si no coméis la carne del Hijo del hombre y no bebéis su sangre no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día.
Jesús se despacha con sus compatriotas con palabras muy extrañas. Menos mal que nosotros sabemos que se trata de la Eucaristía, de que Jesús está realmente presente en el pan y el vino de nuestra celebración.
De todas formas, no debemos olvidar que Jesús también está presente en otros lugares de nuestra vida: en la Palabra de Dios que leemos y meditamos, en el hermano que sufre y necesita de nosotros, en el pobre, en el necesitado.
Unirnos a Jesús en la Eucaristía significa unirnos también a su causa en la lucha contra la injusticia. No hay término medio.
(El cuerpo y la sangre de Cristo – Ciclo A)