[Evangelio del domingo, 26.º Tiempo Ordinario – Ciclo B]
Marcos 9,38-48:
Dijo Juan a Jesús:
—Maestro, hemos visto a uno que echaba demonios en tu nombre, y se lo hemos querido impedir, porque no es de los nuestros.
Jesús respondió:
—No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro.
»El que os dé a beber un vaso de agua, porque seguís al Mesías, os aseguro que no quedará sin recompensa. El que escandalice a uno de estos pequeñuelos que creen, más le valdría que le encajasen en el cuello una piedra de molino y lo echasen al mar. Si tu mano te hace caer, córtatela; más te vale entrar manco en la Vida que ir con las dos manos al abismo, al fuego que no se apaga.
»Y si tu pie te hace caer, córtatelo; más te vale entrar cojo en la Vida que ser echado con los dos pies al abismo.
»Y si tu ojo te hace caer, sácatelo; más te vale entrar tuerto en el Reino de Dios que ser echado al abismo con los dos ojos, donde el gusano no muere y el fuego no se apaga.
Hay momentos para consolar y momentos para exhortar, momentos para sembrar y momentos para podar.
Jesús supo decir a cada uno la palabra que necesitaba, era capaz de ser dulce con los que sufrían las injusticias y también dedicaba palabras duras a sus discípulos más cercanos; duras, pero cargadas del amor educativo del Padre. Era exigente porque los amaba; y es exigente con nosotros porque nos ama, porque no quiere que nuestra vida se pierda en la mediocridad, en el «ir pasando», en la tibieza de quien no comete grandes errores pero tampoco tiene ningún empuje para salir de sí mismo y arriesgarse a amar.
Hoy, la segunda parte de la lectura nos pone tres ejemplos muy impactantes. Jesús usa el estilo del lenguaje de los profetas, incisivo, directo y provocativo, para avisarnos: nuestras decisiones son cuestión de vida o muerte.
El pecado del que se habla quiere decir alejarse de Dios y de los demás. El pecado no es nunca la transgresión de una norma, porque las leyes se escriben después. El pecado es, sencillamente, el triunfo del egoísmo, es pensar en nosotros mismos por encima de los demás y actuar a favor nuestro sin importarnos el bien de los hermanos. Por ello, según Jesús, el pecado es tan grave, porque te cierra dentro de ti mismo y no te deja salir, ni amar, ni entregarte a los demás.
Los tres ejemplos que pone Jesús son la mano, el pie y el ojo. Está claro que no se debe tomar literalmente el consejo de quitarse un miembro del cuerpo. Sería una barbaridad. El significado es simbólico, según la forma típica de hablar de los hebreos:
- La mano son nuestras acciones, lo que decidimos hacer, cómo decidimos actuar.
- El pie nos lleva por el camino de la vida, por lo tanto se refiere a las opciones a largo plazo, las sendas por las que optamos encaminarnos, las vías de futuro que pretendemos recorrer.
- El ojo es la capacidad de comprensión y de juicio que todos tenemos; ante las cosas que nos pasan y las personas que encontramos, hacemos valoraciones y juzgamos qué está bien y qué mal.
Las tres, acciones, opciones y juicios, nos pueden acercar al amor de Dios, o bien nos pueden alejar de él y esclavizarnos al egoísmo. Para Jesús, la diferencia es fundamental y nos llevará a caminos de felicidad entregada o de egoísmo infeliz.
¡Hola! 🙂
Me gustaría, si me lo permites, resaltar un fragmento del texto en el que no has entrado en el comentario: las palabras de Jesús cuando los discipulos intentan impedir a un hombre hacer el bien en nombre de Jesús porque “no es de los nuestros”:
“No se lo impidáis, porque uno que hace milagros en mi nombre no puede luego hablar mal de mí. El que no está contra nosotros, está a favor nuestro”.
Me parecen unas palabras visionarias. Es como si Jesús, que al fin y al cabo era Dios, pudiese intuir que nuestras debilidades humanas provocarían discusiones y cismas entre los cristianos. ¿Cuantas guerras de religión han habido en el mundo? Recordemos, por ejemplo, las Guerras Husitas, la infame Cuarta Cruzada, las Guerras Iconoclastas o la terrible Guerra de los Treinta Años, todas ellas matanzas de cristianos contra cristianos por diferencias doctrinales.
Sin embargo, las palabras de Jesús son de carácter pacificador y ecuménico. Si adoramos a Jesús, no importa cómo lo hagamos, y seguimos sus palabras, estamos en el buen camino y en el mismo bando. Qué lástima que los fanáticos y los poderosos, tan aficionados a saltarse los textos bíblicos que no les convienen, hayan ignorado este durante tanto tiempo…
Gracias por tu aportación, Estelwen. Es cierto que a veces solo comento alguna parte del texto, para no alargarme mucho (y para dejar algo para la siguiente vez! 🙂 )
Como dices, para Jesús no importan las etiquetas: “este es de los nuestros” “este no es de los nuestros”, sino la cercanía de corazón a su persona. Las diferencias doctrinales pueden ser enriquecedoras si se comparten en un clima de diálogo y de búsqueda sincera de la verdad. De otro modo, se convierten en una excusa más para demostrar quién es el más poderoso.