13 Oct 2024

Servir a Jesús y ser servidos por él (Lucas 12,32-48)

[Evangelio del domingo, 19º del Tiempo Ordinario – Ciclo C]
cristoreyfano

Lucas 12,32-40:

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos:
—No tengáis miedo, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha decidido daros el reino. Vended lo que tengáis y dad limosna con ello. Haceos bolsas que no se gasten y riquezas inagotables en el cielo, donde no entra ningún ladrón, ni roe la polilla; porque donde esté vuestra riqueza, allí estará vuestro corazón.
»Estad preparados y tened encendidas vuestras lámparas. Sed como los criados que esperan a su amo de retorno de las bodas para abrirle tan pronto como llegue y llame. ¡Dichosos los criados a quienes el amo encuentra en vela a su llegada! Os aseguro que los hará sentar a la mesa y se pondrá a servirlos él mismo.
»Si llega a medianoche o de madrugada y los encuentra así, ¡dichosos ellos! Tened en cuenta que si el amo de casa supiera a qué hora iba a venir el ladrón, estaría en guardia y no dejaría que asaltaran su casa. Estad preparados también vosotros, porque a la hora que menos penséis vendrá el hijo del hombre.
Dijo Pedro:
—Señor, ¿dices esta parábola para nosotros o para todos?
Respondió el Señor:
—¿Quién es, pues, el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para darles a su tiempo su ración conveniente? Dichoso aquel siervo a quien su señor, al llegar, encuentre haciéndolo así. De verdad os digo que le pondrá al frente de toda su hacienda.
»Pero si aquel siervo se dice en su corazón: “Mi señor tarda en venir”, y se pone a golpear a los criados y a las criadas, a comer y a beber y a emborracharse, vendrá el señor de aquel siervo el día que no espera y en el momento que no sabe, le separará y le señalará su suerte entre los infieles.
»Aquel siervo que, conociendo la voluntad de su señor, no ha preparado nada ni ha obrado conforme a su voluntad, recibirá muchos azotes; el que no la conoce y hace cosas dignas de azotes, recibirá pocos; a quien se le dio mucho, se le reclamará mucho; y a quien se confió mucho, se le pedirá más.

El pasaje de este domingo contiene diversas enseñanzas de Jesús y de sus discípulos, recopiladas por Lucas para formar un discurso sobre la necesidad de velar y de poner el corazón en lo que realmente importa.

Comienza con una llamada a la confianza llena de ternura, expresada con diminutivos (literalmente, «pequeño rebañito»). Las ovejas, que nos representan a nosotros, seguidores de Jesús, dependen de su pastor y confían en él. El Padre nos regala su Reino, y eso nos ha de dar seguridad y serenidad; podemos confiar en él y dejar de tener miedo al futuro.

Lucas relaciona la confianza en Dios con la necesidad de desprendernos de los bienes materiales. Las riquezas son siempre una tentación que atrae el corazón y lo esclaviza. Lucas propone, con valentía, que las riquezas de cada uno han de servir para los demás y no para uno mismo. De esa manera el corazón queda liberado, «porque donde está tu tesoro, allí está tu corazón».

Esta es una verdad que experimentamos cada día. Podemos hablar mucho sobre cuáles son nuestras prioridades, qué cosas consideramos realmente importantes en nuestra vida y cuáles decimos que son secundarias. Pero, a la hora de la verdad, son las opciones concretas de cada día las que muestran, en realidad, hacia dónde va nuestro corazón, a qué le dedicamos más horas, más esfuerzos, más deseos, más dinero…

La «cintura ceñida» era la forma de vestir para trabajar; el cinturón ajustaba la túnica, sobre todo si era larga, para que el trabajador pudiese moverse mejor en su trabajo. Por eso, la expresión opuesta, «aflojar el cinturón», significaba «descansar». La «lámpara encendida» nos lleva a la noche, en la que es necesario encender luz para poder ver. La imagen, por tanto, nos pide que estemos dispuestos y a punto, incluso por la noche, cuando normalmente se descansa y no se trabaja.

Y todo porque Jesús nos compara con los criados que están esperando a su amo. La espera tiene que estar cargada de gozo y de sana «tensión». Velar no significa estresarse, preocuparse, vivir amargado, sino todo lo contrario, experimentar el gozo profundo de la venida segura de Jesús a nuestra vida.

Esta venida tiene dos formas. Una será al final de la vida, cuando nos fundiremos en un abrazo con el amor del Padre. Y la otra sucede a cada instante de la vida, porque Jesús está viniendo constantemente a nuestra existencia si sabemos reconocerlo. Cada día que amanece es un regalo suyo. Cada persona con la que nos cruzamos es motivo de su presencia. Cada circunstancia que nos pide atención, cada necesidad de nuestros hermanos y hermanas más desfavorecidos, es una petición que nos hace Jesús en persona.

Jesús es presentado en este pasaje del evangelio como el «amo» y nosotros como «los criados», pero cuando el amo llega, comienza a hacer algo extrañísimo: ¡se ciñe, nos hace sentarnos y se pone a servirnos! En forma de imagen, Lucas está presentando una verdad profunda que nuestro mundo rechaza de plano: servir por amor es ser servidos por Dios, servir a los demás nos hace crecer y nos hace más humanos, es decir, más felices, sufrir por las personas que amamos es el camino del auténtico bienestar.

(Domingo 19º del Tiempo Ordinario – Ciclo C)
(Dibujo: fano)

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