28 Mar 2024

¿Qué hay más allá? (Lucas 20,27-38)

[Evangelio del domingo, 32 del tiempo Ordinario – Ciclo C]

Lucas 20,27-38:

Se acercaron entonces unos saduceos, que niegan la resurrección, y le preguntaron:
—Maestro, Moisés nos dejó escrito: «Si el hermano de uno muere dejando mujer sin hijos, su hermano debe casarse con la mujer para dar descendencia a su hermano». Pues bien, había siete hermanos. El primero se casó y murió sin hijos. El segundo y el tercero se casaron con la viuda, y así hasta los siete. Todos murieron sin dejar hijos. Por fin murió también la mujer. Así, pues, en la resurrección, ¿de quién de ellos será mujer? Porque los siete estuvieron casados con ella.
Jesús les dijo:
—En la vida presente existe el matrimonio entre hombres y mujeres; pero los que logren alcanzar la vida futura, cuando los muertos resuciten, no se casarán; y es que ya no pueden morir, pues son como los ángeles; son hijos de Dios, porque han resucitado.
»Y que los muertos resucitan, el mismo Moisés lo da a entender en el episodio de la zarza, cuando llama al Señor «el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob». No es un Dios de muertos, sino de vivos, porque todos viven por él.

El judaísmo del siglo I era muy diverso. Había muchos grupos con distintas ideas sobre su propia fe. Todos compartían unos puntos básicos, como la creencia en un único Dios, frente a los múltiples dioses de todos los demás países, y la autoridad de la Ley de Moisés, los cinco primeros libros de la Escritura. Sin embargo se diferenciaban en la forma de interpretar esa Ley, y en el valor que le daban a los otros libros de nuestro Antiguo Testamento, como los profetas o los salmos.
Los saduceos, por ejemplo, eran un grupo minoritario pero poderoso económica y socialmente, asentado en Jerusalén. Colaboraban con el orden establecido y el poder solía oscilar entre unas pocas familias. Aceptaban sólo los cinco libros de Moisés, el Pentateuco, y rechazaban muchas tradiciones orales que los fariseos, por su parte, valoraban mucho.
La resurrección era, para ellos, un absurdo. La entendían como una vuelta a la vida tal como la conocemos ahora, aunque quizá pensasen que no habría enfermedades ni otra muerte. Todos volverían a la vida en el mismo estado en que murieron, y se dedicarían a lo mismo, se seguirían casando, teniendo hijos, etc. Los fariseos, apoyados en algunos textos de la Escritura, aceptaban esta idea.

Así las cosas, se acerca un grupo de saduceos a Jesús y le plantean un caso teórico utilizando una especie de parábola. Era la forma normal de discusión entre escuelas y grupos de reflexión. Recurren a la llamada «Ley del Levirato», que pedía que los hermanos de un difunto se casasen con la viuda por varios motivos; ante todo para que las tierras que le correspondían a ese hermano difunto (que, si era el primogénito, eran más que las de los otros), no cambiasen de familia si la viuda se casaba con otro hombre; también era importante que el nombre del difunto no se perdiese, y para ello necesitaba descendencia; y además, era una forma de proteger a las viudas, que en aquella sociedad patriarcal, podían quedar solas y desamparadas. El clan de su marido difunto tenía obligación de darle sitio en su propia familia.
El caso que le presentan, desde la visión de los saduceos, tiene una respuesta clara: es absurdo creer en la resurrección, porque si fuese cierta sucederían estos casos sin solución.
Jesús les da la razón tan sólo en una cosa: Es absurdo creer de esa manera en la resurrección. Hace una comparación entre la vida «presente» y la «futura» que desenmascara el simplismo de su planteamiento. Dios tiene el poder de crear la vida, de hacernos participar en la resurrección, de hacernos hijos suyos. Y para demostrárselo, utiliza una cita de la Escritura, de un libro que ellos sí aceptaban, el Éxodo. En el pasaje famoso de la zarza ardiente, Dios habla con Moisés y, antes de darle su misión, se presenta a él como el Dios de su padre, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob (Éxodo 3,6). Jesús ha elegido un texto muy importante que todos los judíos conocían bien. En él Dios se manifiesta como quien va a hacer justicia a su pueblo, el que lo va a salvar, el que ha escuchado su súplica por la opresión egipcia. Es un texto que subraya el poder de Dios para hacer lo imposible, y que acabará haciendo pasar a su pueblo de un tipo de vida de esclavitud a otra vida mejor, la de la tierra prometida. El texto pues, incluye una gran riqueza de símbolos entrelazados que apuntan a la resurrección, aunque no hable directamente de ella.
Después Jesús hace también su interpretación, criticando la de los saduceos. Les está diciendo: Si no existe la resurrección, cuando Dios afirma que es «el Dios de Abraham», estaría reconociendo que es un Dios de muertos. Los saduceos querían demostrar que la resurrección era un absurdo, pero Jesús les ha demostrado que son ellos los que interpretan la Ley de forma absurda.

La vida resucitada no es una vida igual a la actual y, por tanto, no se puede describir con nuestro lenguaje, que ha surgido de la vida actual y sirve para expresarla ahora. La única forma de hablar de la vida «futura» es con imágenes o metáforas. Jesús la compara con la vida de los ángeles, pero tiene cuidado de decir «como» los ángeles.
San Pablo, cuando le preguntan sobre ello, utiliza también imágenes de su época para expresarlo. En aquella época pensaban que los astros celestes estaban hechos de una «materia» diferente, el éter. Pablo utiliza el éter como metáfora de ese «cuerpo diferente» que será el cuerpo resucitado. Llega a decir una expresión paradójica: «cuerpo espiritual», en contraposición al «cuerpo material», que es el actual. Esto no se puede entender como descripción, sino como imagen que intenta expresar algo que nuestro lenguaje no permite.
Desde siempre ha existido el lenguaje poético. En nuestra cultura está denostado, como si el lenguaje «de verdad», el que dice las cosas «como son», fuese sólo el científico, y el lenguaje poético hablase dando rodeos, sin «verdades». Pero no es así, el lenguaje poético surge para expresar aquello que parece inexpresable, aquello que no es tan claro ni evidente, que no se puede palpar, medir ni pesar, pero que existe en nuestra vida, que tiene una presencia indiscutible en el mundo. La poesía, durante siglos y todavía hoy, ha hablado mucho del amor, la realidad más importante que ni se puede cuantificar, ni pesar, ni objetivar. Pero también ha hablado del ser humano, que tiene una dimensión de misterio, de desconocido, que sólo se puede expresar con lenguaje poético.
El lenguaje de las imágenes, las comparaciones, las metáforas no es un lenguaje de segunda categoría, sirve para expresar otras cosas, otras realidades que no son palpables ni medibles, pero que están ahí, nos hace ser seres humanos y no simples masas de células; nos hace contemplar el universo y maravillarnos de su belleza; nos hace preguntarnos sobre el amor, sobre la justicia, sobre el más allá, sobre el más acá.
Pero, ¿qué hay más allá? Los cristianos no damos una respuesta diciendo: «lo sabemos». Damos una respuesta más humilde: «lo esperamos». Creemos firmemente en Dios, que igual que nos ha creado con nuestro cuerpo material, puede re-crearnos de nuevo a su imagen y semejanza; creemos que el amor es más fuerte que la muerte, que no somos simples masas de carbono, hidrógeno, oxígeno y nitrógeno que, al morir, se deshacen en la nada. No pensamos que después de esta vida viene otra, como si no tuviesen nada que ver. Creemos en el anuncio de Jesús; en Dios que nos ha prometido estar para siempre con él; esperamos que nuestra vida de ahora tiene un sentido pleno, eterno, que sólo será visible totalmente en el futuro. El sentido pleno lo tiene ya, la eternidad la vivimos ya, pero sólo será desvelada completamente cuando estemos junto a Dios y junto a nuestros seres queridos para siempre.

(Domingo, 32 del tiempo Ordinario – Ciclo C)

8 comentarios en «¿Qué hay más allá? (Lucas 20,27-38)»

  1. Muy interesante todo lo que pones javi, yo tambien me pregunto que hay mas allá de la muerte, creo que algo muy bueno si una se lo gana, o algo muy malo si es lo que te has ganado, o algo regular, si hay por ahi alguna falta pendiente, que dara paso a lo muy bueno.
    Hay algo que me llama la atención de este texto y que nunca me habia parado a pensarlo, donde Jesús dice, “…los que logren alcanzar la vida futura…” ¿Se refiere a alcanzar el cielo?¿o es que simplemente despues de la muerte no todos consiguen la otra vida? esto me plantea otra pregunta, ¿todos resucitaremos el día de la resurreccion de los muertos o seran unos pocos elegidos?. No se, quizas sean preguntas absurdas por estar durmiendo mas bien poquito, pero se me han ocurrido leyendo el texto… Si es efecto de mi cerebro cansado… Mis disculpas, seguro que recuperare la cordura cuando duerma bien 🙂

  2. Gracias, Andrómeda.
    El “cielo”, igual que “la vida futura” no son más que formas de referirse, con imágenes, a la misma realidad.
    Según nuestra fe, todos resucitaremos, pero el juicio solo le corresponde hacerlo a Dios.

  3. Este pasaje siempre me ha producido terror. Mejor dicho, pánico. No me gusta nada, y siempre me hace comerme muchísimo la cabeza. Me hace pensar en un destino insoportable, en el cual habré muerto y nunca serré más yo misma, ni podré amar y reconocer a mis seres amados como lo hago ahora. Algo aterrador, donde ya no tengo mis recuerdos ni mis sentimientos.
    No quiero ser como un ángel. No quiero dejar de conocer y amar a mis seres queridos. Quiero estar casada siempre, como lo estoy ahora. No quiero ser como un ángel, porque no fui creada como tal; soy humana, y quiero seguir siendo humana.
    No sé muy bien cómo interpretar esa cita bíblica. Sólo sé que, si algún texto del Nuevo Testamento me hace vacilar y tambalea mi fe, es este. Ojalá (es mi único deseo) la interpretación no sea tan funesta como aquella que se cuela en mis peores pesadillas. La alternativa de morir de verdad, para siempre, me resulta menos aterradora.

    1. «Cuántas son tus obras, Señor
      y todas las hiciste con sabiduría»
      Salmo 102,24

      Pues estás de suerte, porque todo lo que deseas es precisamente lo que la fe cristiana afirma. Para nosotros no existe la reencarnación, porque cada ser humano es único e irrepetible, creado por Dios a su imagen para amar y vivir para siempre ese amor. Tampoco creemos en una vida futura en la que nos diluimos y dejamos de ser nosotros mismos para formar parte de una divinidad difusa.
      El cristianismo siempre ha defendido que nuestra identidad, nuestro yo, nuestro ser persona humana -con cuerpo y alma-, es esencial a nuestro ser y no podemos ser humanos de otra forma. Por eso Pablo insiste tanto en que no somos espíritus que nos liberamos del cuerpo como de una cárcel (idea platónica, muy extendida todavía hoy), sino que resucitaremos también con un cuerpo, aunque no sea igual que el cuerpo material actual, sino un cuerpo espiritual.
      El cuerpo es lo que nos da a los seres humanos la individualidad, aquello por lo que podemos entrar en relación unos con otros, expresar el amor, sentir y vivir. El cuerpo espiritual también posibilitará todo ello.
      No hay que temer, pues, que la vida futura signifique ningún olvido, ni desconocer a los seres queridos, ni dejar de ser nosotros mismos; no dejaremos de ser quienes somos, y nuestra red de relaciones es tan importante para definirnos que no puede dejar de existir, porque quedaría destruido nuestro yo.
      Cuando Jesús dice que no se «casarán» quiere decir que la vida futura no debe entenderse como la actual, en la que se toman decisiones que cambian la vida ni será necesaria la procreación. Pero no quiere decir que las personas olvidarán quienes son ni a quienes han amado y aman.
      Precisamente uno de los aspectos más bonitos del matrimonio desde el punto de vista cristiano es que es expresión de un amor que no muere nunca, porque es el mismo amor de Dios.

  4. Sigo con frecuencia tu hermosa WEB y los comentarios ´bíblicos, en general,me ayudan a preparar las ideas de la homilía dominical.
    Me consuela siempre, en el tema del ” más allá” que ya lo debemos preparar en el más aquí”. Además es consolador la frase de Jesús en el evangelio cuando dice:
    Confiad en Dios, confiad en Mí.y afirma: ” en la casa de mi Padre hay muchas estancias”.Por tanto la voluntad del Señor es habitar con El, sin perder nuestraidentidad y sabiendo que nops unirá a todos/das el amor que nunca pasará. Gracias por tu estupendo servicio bíblico.

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