[Evangelio del domingo de Ramos – Cuaresma – Ciclo B]
Hoy os invito a que leáis personalmente el texto bíblico sin prisas, sin ideas previas, sin «saber» el final. El pasaje es largo, dos capítulos enteros, de los más extensos de Marcos. Lo tenéis aquí abajo, pero quizá os resulte más cómodo apagar el ordenador y leerlo sobre el papel; podéis imprimir-lo o, mucho mejor, si tenéis la Biblia por casa, buscar Marcos 14,1 – 15,47 y leerlo directamente.
En el pasaje encontraréis muchos personajes, muchas actitudes ante la vida, muchas personas que luchan por hacer valer su punto de vista. Encontrareis injusticias y sufrimiento, ilusiones de futuro y mentiras descaradas, gente malvada y gente sencilla; encontraréis gestos de amor inmenso y traiciones de supuestos amigos, oraciones preñadas de angustia y un Dios que parece distante, callado, indiferente…
No os dejéis influir por todo aquello que ya conocéis, haced el esfuerzo —tan difícil hoy en día—, de olvidar la historia y leerla con ojos limpios. Poneos, con la imaginación, en la piel de los discípulos, o de un observador imparcial que pasaba por allí. Acompañad a Pedro cuando «lo seguía de lejos» para ver en qué quedaba todo aquello, acompañadlo también cuando llora amargamente. Oíd como Jesús os recrimina también a vosotros: «No habéis podido velar ni una hora». Dejad que la ira de la injusticia os inunde al oír que «los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un falso testimonio contra Jesús para condenarlo a muerte». Y más aún cuando veáis la hipocresía de la gente, la misma que ha aclamado a Jesús a la entrada de Jerusalén como Mesías y que ahora se deja manipular y pide su muerte.
Fijaos en que Jesús, que tantos discursos ha pronunciado a lo largo del evangelio, ahora habla menos, cada vez menos. Al principio todavía encontraréis al maestro que instruye a las multitudes, incluso a las que van hacia él con espadas y palos; pero poco a poco las palabras van cediendo su lugar a los gestos. Observad que gran parte del texto se reduce a acciones sobre el cuerpo de Jesús; acciones violentas, burlas, azotes, bofetadas, escupitajos… y acciones afectuosas, pocas, como las mujeres que observan de lejos y José de Arimatea.
Haced una pausa, arrodillaos si podéis, en el momento de la muerte. Dejad que vuestra imaginación vuele sobre los tejados de Jerusalén, por encima de las colinas y barrancos que la circundan. Sentid el viendo que azota el rostro apagado de Jesús y agitar los cabellos de su cadáver…
Dejaos, finalmente, vaciar el alma con el final sin final de la lectura. No deis respuestas, no busquéis explicaciones, no pretendáis saberlo todo. No caigáis en la tentación que tantas veces nos vence a los cristianos, la de tener todas las respuestas. No. No hay respuestas. Hoy no. Ante el misterio de la muerte, no.
Abrid después la ventana y mirad el mundo. Observad a la gente que pasa por la calle, caminando con destino o sin él; oídlos reír o llorar, vedlos hablar o guardar silencio. ¿No encontramos en el mundo lo mismo que hemos descubierto en el evangelio? ¿No encontramos amistades y traiciones, alegrías y desesperanzas, oraciones y llantos, injusticias y muertes violentas, afectos y gestos a de amor inmenso?
Y ahora, por favor, olvidad mis palabras. Dejad que se las lleve el viento. Ara coged el texto bíblico y dejaos inundar por los acontecimientos. Ahora tomad y leed.
Pasión de Nuestro Señor Jesucristo según san Marcos 14,1 – 15,47:[Faltaban dos días para la Pascua y los Ázimos Los sumos sacerdotes y los letrados pretendían prender a Jesús a traición y darle muerte. Pero decían:
S. —No durante las fiestas; podría amotinarse el pueblo.
C. Estando Jesús en Betania, en casa de Simón, el leproso, sentado a la mesa, llegó una mujer con un frasco de perfume muy caro, de nardo puro; quebró el frasco y se lo derramó en la cabeza. Algunos comentaban indignados:
S. —¿A qué viene este derroche de perfume? Se podía haber vendido por más de trescientos denarios para dárselo a los pobres.
C. Y regañaban a la mujer. Pero Jesús replicó:
† —Dejadla, ¿por qué la molestáis? Lo que ha hecho conmigo está bien. Porque a los pobres los tenéis siempre con vosotros y podéis socorrerlos cuando queráis; pero a mí no me tenéis siempre. Ella ha hecho lo que podía: se ha adelantado a embalsamar mi cuerpo para la sepultura. Os aseguro que, en cualquier parte del mundo donde se proclame el Evangelio, se recordará también lo que ha hecho ésta.
C. Judas Iscariote, uno de los Doce, se presentó a los sumos sacerdotes para entregarles a Jesús. Al oírlo, se alegraron y le prometieron dinero. El andaba buscando ocasión propicia para entregarlo.
El primer día de los ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:
S. —¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua ?
C. —El envió a dos discípulos diciéndoles:
† —Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y en la casa en que entre, decidle al dueño: «El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?»
Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.
C. Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua. Al atardecer fue él con los Doce. Estando a la mesa comiendo dijo Jesús :
† —Os aseguro, que uno de vosotros me va a entregar: uno que está comiendo conmigo.
C. —Ellos, consternados, empezaron a preguntarle uno tras otro :
S. ¿Seré yo?
C. Respondió :
† —Uno de los Doce, el que está mojando en la misma fuente que yo. El Hijo del Hombre se va, como está escrito; pero, ¡ay del que va a entregar al Hijo del Hombre!; ¡más le valdría no haber nacido!
C. Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio diciendo:
† —Tomad, esto es mi cuerpo.
C. Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.
Y les dijo:
† —Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro, que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el Reino de Dios.
C. Después de cantar el salmo, salieron para el Monte de los Olivos. Jesús les dijo:
† —Todos vais a caer, como está escrito: «Heriré al pastor y se dispersarán las ovejas.»
Pero cuando resucite, iré antes que vosotros a Galilea.
C. Pedro replicó :
S. Aunque todos caigan, yo no.
C. Jesús le contestó:
† —Te aseguro, que tú hoy, esta noche, antes que el gallo cante dos veces, me habrás negado tres.
C. Pero él insistía:
S. Aunque tenga que morir contigo, no te negaré.
C. Y los demás decían lo mismo.
C. Fueron a una finca, que llaman Getsemaní y dijo a sus discípulos :
† —Sentaos aquí mientras voy a orar.
C. Se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, empezó a sentir terror y angustia, y les dijo:
†—Me muero de tristeza: quedaos aquí velando.
C. Y, adelantándose un poco, se postró en tierra pidiendo que, si era posible, se alejase de él aquella hora; y dijo:
†?¡Abba! (Padre): tú lo puedes todo, aparta de mí ese cáliz. Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres.
C. Volvió, y al encontrarlos dormidos, dijo a Pedro:
†?Simón ¿duermes?, ¿no has podido velar ni una hora? Velad y orad, para no caer en la tentación; el espíritu es decidido, pero la carne es débil.
C. De nuevo se apartó y oraba repitiendo las mismas palabras. Volvió, y los encontró otra vez dormidos, porque tenían los ojos cargados. Y no sabían qué contestarle. Volvió y les dijo:
†?Ya podéis dormir y descansar. ¡Basta! Ha llegado la hora; mirad que el Hijo del Hombre va a ser entregado en manos de los pecadores. ¡Levantaos, vamos! Ya está cerca el que me entrega.
C. Todavía estaba hablando, cuando se presentó Judas, uno de los doce, y con él gente con espadas y palos, mandada por los sumos sacerdotes, los letrados y los ancianos. El traidor les había dado una contraseña, diciéndoles:
S. ?Al que yo bese, es él: prendedlo y conducidlo bien sujeto.C. Y en cuanto llegó, se acercó y le dijo:
S. —¡Maestro !
C. Y lo besó. Ellos le echaron mano y lo prendieron. Pero uno de los presentes, desenvainando la espada, de un golpe le cortó la oreja al criado del sumo sacerdote. Jesús tomó la palabra y les dijo
:
† —¿Habéis salido a prenderme con espadas y palos, como a caza de un bandido? A diario os estaba enseñando en el templo, y no me detuvisteis. Pero, que se cumplan las Escrituras.
C. Y todos lo abandonaron y huyeron.
Lo iba siguiendo un muchacho envuelto sólo en una sábana; y le echaron mano; pero él, soltando la sábana, se les escapó desnudo.
Condujeron a Jesús a casa del sumo sacerdote, y se reunieron todos los sumos sacerdotes y los letrados y los ancianos. Pedro lo fue siguiendo de lejos, hasta el interior del patio del sumo sacerdote; y se sentó con los criados a la lumbre para calentarse.
Los sumos sacerdotes y el sanedrín en pleno buscaban un testimonio contra Jesús, para condenarlo a muerte; y no lo encontraban. Pues, aunque muchos daban falso testimonio contra él, los testimonios no concordaban. Y algunos, poniéndose de pie, daban testimonio contra él diciendo:
S. —Nosotros le hemos oído decir: «Yo destruiré este templo, edificado por hombres, y en tres días construiré otro no edificado por hombres.»
C. Pero ni en esto concordaban los testimonios.
El sumo sacerdote se puso en pie en medio e interrogó a Jesús:
S. —¿No tienes nada que responder? ¿Qué son estos cargos que levantan contra ti?
C. Pero él callaba, sin dar respuesta. El sumo sacerdote lo interrogó de nuevo preguntándole:
S. —¿Eres tú el Mesías, el Hijo de Dios bendito?
C. Jesús contestó:
† —Sí lo soy. Y veréis que el Hijo del Hombre está sentado a la derecha del Todopoderoso y que viene entre las nubes del cielo.
C. El sumo sacerdote se rasgó las vestiduras diciendo:
S. —¿Qué falta hacen más testigos? Habéis oído la blasfemia. ¿Qué decidís?
C. Y todos lo declararon reo de muerte. Algunos se pusieron a escupirle, y tapándole la cara, lo abofeteaban y le decían:
S. —Haz de profeta.
C. Y los criados le daban bofetadas.
Mientras Pedro estaba abajo en el patio, llegó una criada del sumo sacerdote y, al ver a Pedro calentándose, lo miró fijamente y dijo:
S. —También tú andabas con Jesús el Nazareno.
C. El lo negó diciendo:
S. —Ni sé ni entiendo lo que quieres decir.
C. Salió fuera al zaguán, y un gallo cantó.
La criada, al verlo, volvió a decir a los presentes:
S. —Este es uno de ellos.
C. Y él lo volvió a negar.
Al poco rato también los presentes dijeron a Pedro:
S. —Seguro que eres uno de ellos, pues eres galileo.
C. Pero él se puso a echar maldiciones y a jurar:
S. —No conozco a ese hombre que decís.
C. Y en seguida, por segunda vez, cantó el gallo. Pedro se acordó de las palabras que le había dicho Jesús: «Antes de que cante el gallo dos veces, me habrás negado tres», y rompió a llorar.]
Apenas se hizo de día, los sumos sacerdotes con los ancianos, los letrados y el sanedrín en pleno, prepararon la sentencia; y, atando a Jesús, lo llevaron y lo entregaron a Pilato.
Pilato le preguntó:
S. —¿Eres tú el rey de los judíos?
C. El respondió:
† —Tú lo dices.
C. Y los sumos sacerdotes lo acusaban de muchas cosas.
Pilato le preguntó de nuevo:
S. —¿No contestas nada? Mira de cuántas cosas te acusan.
C. Jesús no contestó más; de modo que Pilato estaba muy extrañado.
Por la fiesta solía soltarse un preso, el que le pidieran. Estaba en la cárcel un tal Barrabás, con los revoltosos que habían cometido un homicidio en la revuelta. La gente subió y empezó a pedir el indulto de costumbre.
Pilato les contestó:
S. —¿Queréis que os suelte al rey de los judíos?
C. Pues sabía que los sumos sacerdotes se lo habían entregado por envidia.
Pero los sumos sacerdotes soliviantaron a la gente para que pidieran la libertad de Barrabás.
Pilato tomó de nuevo la palabra y les preguntó:
S. —¿Qué hago con el que llamáis rey de los judíos?
C. Ellos gritaron de nuevo:
S. —Crucifícalo.
C. Pilato les dijo:
S. —Pues ¿qué mal ha hecho?
C. Ellos gritaron más fuerte:
S. —Crucifícalo.
C. Y Pilato, queriendo dar gusto a la gente, les soltó a Barrabás; y a Jesús, después de azotarlo, lo entregó para que lo crucificaran.
Los soldados se lo llevaron al interior del palacio —al pretorio —y reunieron a toda la compañía. Lo vistieron de púrpura, le pusieron una corona de espinas, que habían trenzado, y comenzaron a hacerle el saludo:
S. —¡Salve, rey de los judíos !
C. Le golpearon la cabeza con una caña, le escupieron; y, doblando las rodillas, se postraban ante él.
Terminada la burla, le quitaron la púrpura y le pusieron su ropa. Y lo sacaron para crucificarlo. Y a uno que pasaba, de vuelta del campo, a Simón de Cirene, el padre de Alejandro y de Rulo, lo forzaron a llevar la cruz.
Y llevaron a Jesús al Gólgota (que quiere decir lugar de «La Calavera»), y le ofrecieron vino con mirra; pero él no lo aceptó. Lo crucificaron y se repartieron sus ropas, echándolas a suerte, para ver lo que se llevaba cada uno.
Era media mañana cuando lo crucificaron. En el letrero de la acusación estaba escrito: EL REY DE LOS JUDÍOS. Crucificaron con él a dos bandidos, uno a su derecha y otro a su izquierda. Así se cumplió la Escritura que dice: «Lo consideraron como un malhechor.»
Los que pasaban lo injuriaban, meneando la cabeza y diciendo:
S. —¡Anda!, tú que destruías el templo y lo reconstruías en tres días, sálvate a ti mismo bajando de la cruz.
C. Los sumos sacerdotes, se burlaban también de él diciendo:
S. —A otros ha salvado y a sí mismo no se puede salvar. Que el Mesías, el rey de Israel, baje ahora de la cruz, para que lo veamos y creamos.
C. También los que estaban crucificados con él lo insultaban.
Al llegar el mediodía toda la región quedó en tinieblas hasta la media tarde. Y a la media tarde, Jesús clamó con voz potente:
† —Eloí Eloí, lamá sabactani. (Que significa: Dios mio, Dios mio, ¿por qué me has abandonado?)
C. Algunos de los presentes, al oírlo, decían:
S. —Mira, está llamando a Elías.
C. Y uno echó a correr y, empapando una esponja en vinagre, la sujetó a una caña, y le daba de beber diciendo:
S. —Dejad, a ver si viene Elías a bajarlo.
C. Y Jesús, dando un fuerte grito, expiró.
El velo del templo se rasgó en dos, de arriba abajo.
El centurión, que estaba enfrente, al ver cómo había expirado, dijo:
S. —Realmente este hombre era Hijo de Dios.
[C. Había también unas mujeres que miraban desde lejos; entre ellas María Magdalena, María la madre de Santiago el Menor y de José y Salomé, que cuando él estaba en Galilea, lo seguían para atenderlo; y otras muchas que habían subido con él a Jerusalén.
Al anochecer, como era el día de la Preparación, víspera del sábado, vino José de Arimatea, noble magistrado, que también aguardaba el Reino de Dios; se presentó decidido ante Pilato y le pidió el cuerpo de Jesús.
Pilato se extrañó de que hubiera muerto ya; y, llamando al centurión, le preguntó si hacia mucho tiempo que había muerto.
Informado por el centurión, concedió el cadáver a José. Este compró una sábana y, bajando a Jesús, lo envolvió en la sábana y lo puso en un sepulcro, excavado en una roca, y rodó una piedra a la entrada del sepulcro. María Magdalena y María, la madre de Jesús, observaban dónde lo ponían.
(Domingo de Ramos – Cuaresma – Ciclo B)
Me ha puesto triste 🙁
Por cierto, algo que me ha llamado mucho la atención: ¿quién es ese muchacho vestido sólo con una sábana que sigue a Jesús desde Gethsemaní y que tiene que escapar desnudo porque iban a detenerle a él también? Porque, por el texto, no parece ser ninguno de los apóstoles, ni siquiera Pedro (ya que el texto se refiere a él por su nombre y ahí habla solamente de “un muchacho”).
Ese personaje es bastante enigmático, lo más probable es que simbolice la situación en que han quedado los discípulos huidos, que antes aseguraban que iban a dar la vida por Jesús. Es interesante que la palabra ‘joven’ (en griego ‘neaniskos’), solo aparece dos veces en Marcos, y en ambas está relacionado con una vestidura. Aquí el manto que le es arrebatado y en el sepulcro vacío (cap. 16), el joven vestido de blanco, color de la victoria, anuncia a las mujeres la resurrección.
Hum… ¿y tan seguro estás de que es un mero símbolo? ¿No podría ser sencillamente una persona real que estaba de verdad allí? Es que a mí no me seduce mucho la idea de que haya cosas en el Evangelio que sean meros “símbolos”; se empieza por ahí y se podría acabar pensando que Jesús no resucitó nunca y que la narración de la resurrección es un mero símbolo de la resurreción de las ideas que transmitió…
Gracias por tu comentario, Estelwen.
La certeza es imposible de alcanzar con los datos que tenemos. De todas formas, un criterio necesario para interpretar cualquier texto es buscar la intención del autor. Más todavía cuando se trata de textos de culturas tan distintas a la nuestra. Por ejemplo, cuando utilizas tres veces el adjetivo “mero”, estás expresando una forma de considerar los símbolos muy propia y extendida de nuestra cultura (“insignificante, sin importancia”, según la definición de la RAE). Para los escritores bíblicos, los símbolos son muy importantes, porque son la forma que ellos encuentran de remitir hacia realidades (insisto: realidades), que se encuentran más allá de la expresión humana. La forma poética de expresión, tan denostada en nuestros tiempos, es la única posible para expresar algunas de las experiencias humanas más profundas, por eso un símbolo bíblico nunca es un “mero” símbolo.
Por otra parte, que un elemento sea un símbolo no significa que peligre nada; cada pasaje hay que entenderlo en su contexto y su expresión. En el ejemplo de la resurrección que mencionas, los propios evangelistas insisten mucho en que no se trataba ni de un recuerdo ni de una visión subjetiva, sino de la presencia poderosa y transformante del mismo crucificado, resucitado con una Vida nueva.
¡Muchas gracias por tu aclaración, Javi! 🙂
De nada, a mandar. 🙂
Que significan las siglas c y s
La C son las palabras del “Cronista” o “narrador”. La S son las de la gente o los otros personajes, que se suelen llamar “Sinagoga”.