Lucas 5, 27-28
En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví,
sentado en su despacho de recaudador de impuestos, y le dijo:
-Sígueme.
Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió.
Mi reflexión hoy es breve, ¿para qué más? En apenas dos versículos encuentro aquí el mayor “milagro” de todos los evangelios. Que un recaudador de impuestos deje todo y siga a Jesús en seguida no es una anécdota, ni una proeza, es un auténtico milagro.
Y digo que es mayor que los otros porque algunos se podrían interpretar simbólicamente. Pero éste no, desde luego. Éste es tal como nos lo cuentan.
¿Seríamos capaces de hacer el mismo gesto?
Hombre, es que si lo piensas bien… es una insensatez. Parece que dé a entender que tener un trabajo normal, una familia y una vida es incompatible con seguir a Cristo. ¿Y si ese recuadador de impuestos tenía mujer e hijos que cuidar y de buenas a primeras estos se dieron cuenta de que el tipo se había largado? ¿Acaso no los quería ni le importaban? ¿Y sus empleados? ¿Y su casa? ¿Y la gente que dependía de él?
A mí eso del “déjalo todo y sígueme”, tomado de forma literal, te confieso que siempre me ha provocado rechazo, porque dejarlo todo (trabajo, familia, seres queridos, resposabilidades, aficiones…) no me parece sano en absoluto, en ningún caso. Dejar atrás cosas que no enriquecen sino que lastran, por ejemplo el apego excesivo a lo material, el poner el dinero por encima del amor o de la salud como hacen muchos en nuestro tiempo, que te importe más cumplir el deber que ser humanitario… sí, todas esas cosas es bueno dejarlas atrás, pero, ¿todo? Nunca me ha gustado e
sa perspectiva de la vida, la verdad. Yo no puedo creer que Jesús nos pida en serio que lo dejemos todo; desde mi punto de vista, es algo que va en contra de la naturaleza humana.
Bueno, si publicano y pecador en aquellas circunstancias era más o menos sinónimo, puede que lo que significa es que deja la vida considerada “de pecado”. Porque parece que cuando dice que deja todo, se refiere a todo lo que está haciendo allí. No parece dejar, en un primer momento, casa ni bienes, pues da un gran banquete, sino que lo que deja allí tal cual definitivamente es todo lo referente al oficio de publicano.
Creo que Mateo ya intuía que no estaba actuando bien, pero sólo Jesús con su mirada le abre los ojos definitivamente.
A mí también me parece un milagro esa lucidez y fuerza,en momentos puntuales, que Dios concede para la conversión, el cambio radical de rumbo.Dice que fija su mirada en él y le llama. Éste es el detonante de su “hasta aquí hemos llegado”. Supongo que más adelante comprenderá en su vocación concreta las implicaciones de seguir a Jesús, que para él exigirá ir más allá de llevar la vida pura según los fariseos.
No sé, lo veo un poco como San Agustín o San Pablo, que podría haberse dado sólo la conversión pero ésta fue para algo más, su vocación de Apóstol, con las exigencias propias que conlleva.
Bona nit.
Dice Luthien Black: “A mí eso del “déjalo todo y sígueme”, tomado de forma literal, te confieso que siempre me ha provocado rechazo”
Es cierto que las interpretaciones literales son peligrosas. Pero yo creo que aquí la vocación de Leví es concreta: tiene aspectos comunes a toda vocación cristiana y otros específicos de la llamada que Jesús le hizo.
Todas las vocaciones cristianas coinciden en “seguir” a Jesús y abandonar un estilo de vida que sea incoherente con su mensaje; pero cada una tiene unas formas y un estilo. Aquí Leví abandona una vida de pecado (como publicano, colaboracionista con los romanos, y con mucha facilidad para extorsionar a su propia gente) y lo deja todo para seguir a Jesús por los caminos de Palestina.
Sabemos que Jesús tuvo otros “seguidores” que no abandonaron sus casas (la familia de Betania, por ejemplo). Pero sí que tuvieron que vivir en coherencia con el Reino.