[Evangelio del domingo, 3.º Ordinario – Ciclo B]
Marcos 1,14-20:
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
—Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago. Jesús les dijo:
—Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron. Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
El evangelio de Marcos es un evangelio de contrastes. Leemos este domingo el principio de la actividad de Jesús, justo después de la triste noticia del arresto de Juan Bautista. La sombra de la persecución, de la cruz, planea sobre todo lo que Jesús significa. Pero igualmente brilla la luz de la resurrección y de la victoria (el texto anterior es el triunfo de Jesús sobre la tentación del mal en el desierto).
El primer anuncio es una llamada de atención, de urgencia: «Se ha cumplido el plazo, está cerca el Reino de Dios.» Es una noticia excelente para aquel que esté a la espera. Hoy en día vivimos más rodeados de relojes y calendarios que nunca; dividimos el tiempo cada vez con mayor precisión y queremos aprovecharlo al máximo. Estamos atentos a los plazos, a las fechas que llegan, a los términos de caducidad, a las horas precisas… Jesús viene hoy a decirnos que se ha cumplido el plazo de nuestra espera, que ya llega en Reino de Dios, que está a punto de realizarse la victoria del amor de Dios sobre el mundo.
Algún escéptico podría dudar: si hace casi dos mil años que Jesús predicó esto mismo, ¿cómo es que todavía no lo hemos visto? La respuesta es sencilla: porque no estamos mirando bien. El evangelio que Jesús predica no es ni un libro de enseñanzas ni la irrupción de Dios que aplasta a los malhechores y ensalza a los buenos; el evangelio es Jesús mismo, que con sus palabras y su vida nos muestra que, efectivamente, el Reino de Dios está tan cerca que lo llevamos dentro de nosotros mismos. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, somos nosotros los depositarios de ese Reino que crece cada vez que nosotros nos decidimos a seguir a Jesús.
Ante la noticia de la llegada y la cercanía de Dios, Jesús comienza a formar una comunidad, primero escoge a unos pescadores, después llamará a más gente. Ellos dejan su vida y se arriesgan a seguirlo sin saber dónde les llevará. Han aceptado su mensaje, han sentido palpitar en su interior el Reino de Dios y su amor, y deciden lanzarse a la aventura con Jesús.
El evangelio de hoy nos invita también a nosotros a revisar nuestras prioridades; cuando estemos convencidos de que el Reino de Dios está realmente cerca de nosotros, nos será fácil arriesgarlo todo por seguir a Jesús. ¿Cómo? Cada uno tiene su respuesta. Jesús no llama a todos a ser misioneros en países distantes; cada uno de nosotros tiene una misión fundamental, tanto si abandona su tierra como si se queda en ella. Lo que es común a todas las llamadas es la opción convencida por Jesús.
(Domingo 3.º Ordinario – Ciclo B)
Es verdad, cada uno de nosotros tenemos una misión fundamental y esta misión dicha se refiere al seguimiento a Jesucristo. Muchas gracias por recordarme la meta de mi vida, porque a veces ando tan lejos que sin darme cuenta pierdo mi meta principal.
¡Muchas gracias!
gracias javi, me has dado en que pensar sobre todo con los dos ultimos parrafos. Es verdad, ellos arriesgaron todo por seguirle, sea cual sea nuestra mision, eso deberiamos de hacer todos.
Es cierto, a mí también me has dado mucho en lo que pensar. Como por ejemplo: ¿cómo podemos saber cuál es realmente la misión a la que estamos llamados? ¿Cómo distinguimos lo que queremos hacer, lo que nos encaprichamos por hacer, lo que debemos hacer, y lo que creemos que deberíamos hacer (o que otros esperan que hagamos? Es más complicado de lo que parece…
y añado mas preguntas… ¿como sabemos que quiere dios de cada uno?, ¿como saber si estamos o no en el camino correcto?…¿como quiere dios que cada uno le siga?.
En definitiva como distinguir que es lo que quiere el Señor de cada uno de nosotros y que no.
Todabia podria añadir mas cosas… pero creo que ya tenemos bastante en lo que pensar.
opto por cristo ¿pero que quiere cristo de mi?…
vaaaaleeeee ya me callo…