28 Mar 2024

Jesús, compañero de camino (Lucas 24,13-35)

[Evangelio del domingo, 3.º de Pascua – Ciclo A]

Lucas 24,13-35:

Aquel mismo día, dos discípulos de Jesús se dirigían a una aldea llamada Emaús, distante de Jerusalén unos trece kilómetros. Iban hablando de todos estos sucesos; mientras ellos hablaban y discutían, Jesús mismo se les acercó y se puso a caminar con ellos. Pero sus ojos no eran capaces de reconocerlo. Él les dijo:
—¿De qué veníais hablando en el camino?
Se detuvieron entristecidos. Uno de ellos, llamado Cleofás, respondió:
—¿Eres tú el único forastero en Jerusalén que no sabes lo que ha sucedido en ella estos días?
Él les dijo:
—¿Qué?
Ellos le contestaron:
—Lo de Jesús de Nazaret, que fue un profeta poderoso en obras y palabras ante Dios y ante todo el pueblo, cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestras autoridades lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que él sería el libertador de Israel, pero a todo esto ya es el tercer día desde que sucedieron estas cosas.
»Por cierto que algunas mujeres de nuestro grupo nos han dejado asombrados: fueron muy temprano al sepulcro, no encontraron su cuerpo y volvieron hablando de una aparición de ángeles que dicen que vive. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y lo encontraron todo como las mujeres han dicho, pero a él no lo vieron.
Entonces les dijo:
—¡Qué torpes sois y qué tardos para creer lo que dijeron los profetas! ¿No era necesario que Cristo sufriera todo eso para entrar en su gloria?
Y empezando por Moisés y todos los profetas, les interpretó lo que sobre él hay en todas las Escrituras. Llegaron a la aldea donde iban, y él aparentó ir más lejos; pero ellos le insistieron, diciendo:
—Quédate con nosotros, porque es tarde y ya ha declinado el día.
Y entró para quedarse con ellos. Se puso a la mesa con ellos, tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio. Entonces sus ojos se abrieron y lo reconocieron; pero él desapareció de su lado. Y se dijeron uno a otro:
—¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?
Se levantaron inmediatamente, volvieron a Jerusalén y encontraron reunidos a los once y a sus compañeros, que decían:
—Verdaderamente el Señor ha resucitado y se ha aparecido a Simón.
Ellos contaron lo que les había pasado por el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan.

Hay algo que sorprende en este relato de resurrección, como en otros: que sus propios discípulos no lo reconocieron al principio. Lucas nos quiere dejar un mensaje muy pensado, no es solo una historieta en la que Cleofás y su compañero (o compañera) andaban despistados. A Jesús no es tan fácil reconocerle, ni entonces ni ahora, pero nuestra ceguera no significa que no esté de verdad vivo, resucitado y caminando a nuestro lado, entonces y ahora.
El camino comienza por el desencanto. Dos discípulos se marchan de Jerusalén porque creen que ha acabado todo. El mensaje de Jesús les había ilusionado, pero tras su muerte en cruz todo les parece un fracaso, una farsa, una broma pesada de Dios. Marcharse de Jerusalén significa mucho para el evangelista, representa abandonar la comunidad, dejar las ilusiones, las antiguas esperanzas, rechazar el Reino predicado por Jesús. Ya nada tiene sentido. ¡Cuántos cristianos hoy en día piensan igual! Marcharse es todo un gesto de abandono.
Jesús en persona se acerca a ellos, como también a nosotros en el camino de nuestra vida, y se mete en su conversación haciéndose un poco el despistado. La ceguera de los dos discípulos es signo de nuestra propia incapacidad para reconocer a Jesús a cada instante. También es un consuelo, porque no somos nosotros más ciegos que los primeros discípulos; sencillamente, es normal no reconocerle, es necesario pasar por un largo camino hasta darse cuenta de que él ha estado siempre acompañándonos. Un camino que tiene varias fases:

Primero Jesús se interesa por lo que preocupa a los discípulos. Ellos le manifiestan con sencillez el fracaso de sus esperanzas. Jesús fue un profeta, fue poderoso porque Dios lo quiso, pero nuestros jefes consiguieron su muerte. Nosotros esperábamos que fuera el liberador de Israel… Nosotros esperábamos… ¡Qué profundamente humano es este texto! «Nosotros esperábamos…» expresa con simplicidad y dramatismo tantas aspiraciones del alma humana. Antes de seguir leyendo, Lucas nos está pidiendo que miremos nuestro propio corazón: ¿Qué esperas tú? ¿Qué esperanzas, deseos, ilusiones tienes puestos en Dios? ¿Qué representa él para ti?
Los discípulos de Emaús tenían puesta su esperanza en Jesús, creían que era un enviado de Dios para que cumpliese sus expectativas, en el fondo querían obligar a Dios a satisfacer sus estrechas miras; con que Dios liberase a Israel les bastaba, el resto de la humanidad les importaba poco; además, parece que pensaban en una liberación política, no deseaban la liberación del pecado, ni del mal, ni la transformación de sus corazones, ¿para qué? No sienten la necesidad de ser liberados de aquello que en realidad les esclaviza, y les preocupa en cambio quién gobierne, como si las autoridades judías no fuesen igual de corruptas que las romanas.
El caso es que lo que dicen es cierto, Jesús era, y es, el liberador; pero de una forma mucho más profunda e intensa de lo que ellos pensaban. Jesús, a través de su entrega en la cruz, nos ha liberado del pecado y de la muerte y nos ha abierto el camino hacia Dios, nos ha regalado la auténtica libertad. Ellos nunca se lo hubiesen imaginado así. Necesitaban del encuentro con Jesús para que él abriese sus ojos y sus corazones. Pero todavía queda un largo camino.

La reacción de Jesús es casi violenta, les llama ignorantes. ¿Qué haríamos nosotros si un desconocido nos hiciese lo mismo? Sin embargo, ellos son capaces de escuchar, de tragarse su orgullo y dejarse enseñar por ese desconocido que parecía que no sabía nada y ahora resulta que se lo explica todo. Lo que ha pasado era necesario: la pasión, el juicio, la cruz, la muerte, la sepultura… todo era necesario porque era la única forma de que Dios renovase desde dentro el alma y la vida humana. Dios ha compartido toda nuestra miseria, toda, hasta la muerte, para purificarla desde dentro. Todo estaba ya anunciado en las Escrituras.
Los discípulos de Emaús reciben entonces una clase magistral. Toda la Biblia, que para los judíos era expresión de la voluntad de Dios pero que había que saber interpretar, anunciaba ya lo que había pasado con Jesús. Con esto Lucas está avisando a sus lectores, y a nosotros, que no eran de origen judío y no conocían tanto las Escrituras. Nos dice que no olvidemos la Biblia, que en ella Dios nos está hablando también a nosotros, no solo a los judíos. Los cristianos necesitamos leer y conocer tanto el Nuevo como el Antiguo Testamento; no es un accesorio decorativo de nuestra fe, es un camino de reflexión, oración y encuentro con Jesús mismo. No debemos descuidarlo. En él Dios puede dar respuesta a nuestras desesperanzas.

¿Descubren ya, por fin, que su extraño compañero de viaje es Jesús mismo? Pues no, todavía no. ¿Qué falta? La fracción del pan, la mesa compartida, la comunión profunda que en aquella cultura significaba comer juntos. Lucas está pensando también en la Eucaristía. La que celebraban los primeros discípulos cada semana hace veinte siglos y la que celebramos hoy los cristianos. En ella Jesús se hace presente, primero en su Palabra, después en la comunión con el pan único, partido, repartido y compartido. Por eso dice el evangelio que «desapareció de su lado». No es un truco de magia, es una reflexión sobre el significado de nuestra reunión semanal. No es un simple encuentro de amigos que recuerdan tiempos pasados y se dedican a mirar fotos amarilleadas con la nostalgia en la mirada. La Eucaristía es mucho más, y Lucas lo tiene claro, es encuentro con Jesús que nos ha estado acompañando siempre, sin que apenas nos demos cuenta. Alrededor de la mesa de Jesús somos conscientes de su compañía cotidiana. Necesitamos de ese momento para saber que todos los otros momentos están también llenos de su presencia. No es un tiempo sagrado, separado del resto de la vida, es un instante de lucidez especial, desde el que podemos ver que todas nuestras horas, todas nuestras fatigas, cada paso del camino polvoriento, cada gota de sudor, están llenos de Dios.


(Domingo 3.º de Pascua – Ciclo A)
(Imagen: Calzada romana en Emaús)

7 comentarios en «Jesús, compañero de camino (Lucas 24,13-35)»

  1. me encanta la idea de este texto, dos amigos partiendo de viaje, hablando entre ellos de sus cosas, de cosas que le importan en este caso cristo, y jesus de la manera mas natural del mundo se hace el encontradizo, estoy convecida que el sabia que estaban por alli… se pone ha hablar con ellos como si tal cosa, y ellos sin reconocerlo, pero a pesar de sus dudas, y de todo lo demas, se comportaron como buenos cristianos, ellos le ofrecieron lo que tenian y su hospitalidad al que creian un completo desconocido, y jesus les regalo el revelarse a ellos, el abrirle los ojos, y que le vieran resucitado, con todas las dificultades y dolores vencidos, incluido la muerte y el pecado. El llego hasta el final con su sufrimiento, llego con la cruz hasta el ultimo momento de su vida, y todo lo vencio, haciendo que nosotros tambien podamos vencerlo todo. Gracias señor por todo lo que haces por nosotros.
    Me sorprende tambien el lenguaje tan actual que utiliza, da la impresion como si ese encuentro con cristo acabase de pasar. Javi, me llama la atencion eso de que pones que podria ser una compañera, siempre lo habia visto como si hubiese sido dos de sus apostoles, confundidos, sin saber que pensar con todo lo que habia pasado.

  2. Gracias, Andrómeda. El texto solo nos da el nombre de uno de ellos, el otro (o la otra) quedan anónimos. Hay distintas explicaciones de por qué, pero la que me convence más es que los personajes anónimos suelen servir para que el lector o lectora se identifique con ellos, por ello podría ser un compañero o una compañera, porque en realidad es el lector o lectora del evangelio. Desde luego, apóstoles no eran, porque Cleofás no aparece en la lista de los Doce y porque, cuando vuelven a Jerusalén, está reunidos los Once (Judas ya no está).

    1. gracias por la aclaracion, es verdad no habia caido en la cuenta que uno de ellos era cleofás.Si es que tengo que concentrarme mejor…

  3. me gusta mucho la pagina gracias por tanta información además estaría mas copado si le dejan la enseñanza es mucho mas corta por favor ojala lean este comentario

  4. Gracias, lucia. Me alegro de que te guste la página; claro que leemos todos los comentarios, pero no acabo de entender qué quieres decir.

  5. ¡Qué botinos son este evangelio y esta homilia! Jesús es un compañero sabio y fiel, esta idea me consuela mucho. Nunca estoy sola, porque él me acompaña siempre. Ojalá que todos podamos sentir su presencia en nuestra vida. así la vida ya no sería duda y estaríamos más felices con todo lo que llevamos. Muchas gracias por todo, Javi.

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