Lo imperfecto es pasajero
En la tercera estrofa Pablo hace varias contraposiciones. Su mensaje central está al principio y al final: «el amor, lo más excelente, no pasa nunca».
En la comunidad de Corinto, como hemos visto, se valoraban mucho algunos carismas, pero se dejaba de lado el amor. Pablo vuelve a insistir, como al principio. ¿Os jactáis de tener don de profecía? Pues ese don llegará un momento en que desaparecerá, porque no hará falta hablar en nombre de Dios cuando Dios sea todo en todos. ¿Os enorgullecéis de hablar en un lenguaje misterioso? Llegará un momento en que no servirá de nada. Y más todavía, ¿os parece motivo de gloria saber mucho, tener muchos conocimientos sobre Dios y el evangelio? Pues todo eso no es nada en comparación con el amor, porque llegará un día en el que veremos a Dios cara a cara y no hará falta que nadie nos lo explique.
Por ahora conocemos de forma imperfecta, porque vivimos en este mundo, y los conocimientos que tenemos son limitados. Igual que sucede con los niños, que al principio razonan de forma limitada, pero al hacerse adultos comprenden mejor las cosas. Así nos sucederá también con el evangelio. Llegará un momento en el que conoceremos plenamente a Dios, lo conoceremos tanto como él nos conoce a nosotros.
Con esta explicación, Pablo, además de dejarnos una enseñanza bellísima sobre la primacía del amor, de paso les está llamando “críos” a los corintios. Les dice que, a pesar de las apariencias, no están comprendiendo el evangelio. Les dice que se enorgullecen de las cosas que no tienen tanto valor, pero que están olvidando las fundamentales. Les sugiere, en el fondo, que ellos son todavía como ese niño que no entiende, que razona como niño, dejándose llevar por cualquier cosa que le fascine, que le parezca admirable, y descuidando el amor que se vive en el día a día, en el esfuerzo paciente y cotidiano, en el testimonio callado del que vive su fe con humildad y sencillez.
El defecto de fondo de los corintios es dejarse llevar por las apariencias, y olvidar la importancia de lo más profundo. Precisamente el mismo defecto que tenemos nosotros hoy en día. Es una anomalía de toda la sociedad, pero nos afecta directamente a todos. Ponemos nuestros ojos en seguida en las apariencias, en las ropas, en los adornos, en el aspecto externo, y hasta podemos juzgar a las personas como buenas o malas, como interesantes o superfluas tan sólo con un vistazo.
Y lo mismo nos sucede en nuestra religión. Buscamos más de una vez discursos vivos, carismas arrolladores, experiencias religiosas estimulantes, encuentros y viajes cuanto más lejos mejor… Pablo nos diría también a nosotros: Si no tienes amor, todo eso no te sirve de nada. Porque lo primero, lo más importante, lo crucial para vivir y existir como cristiano, es el amor.
Todo lo demás puede ser más o menos interesante -que también se vale Dios de eso-, pero sólo después de vivir el amor cristiano profundamente y desde dentro.
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*Aplausos*
¡Que entrada más bonita! (aunque todas las que comentan esta carta lo son, la verdad).
Tienes toda la razón al decir que en la sociedad actual prevalecen los mismos defectos que tenían los corintios a los que va dirigida la carta. Para mí el amor es lo más importante en mi vida (por ejemplo, hay gente que me ha dicho que por qué no me hice abogado ya que así ganaría más, a lo que respondo que como Procurador, aunque gane menos, gano lo suficiente para vivir bien, y así tendré más tiempo libre para dedicarlo a mi familia). Sin embargo, reconozco que muchas veces me dejo llevar por los prejuicios y las apariencias como todo el mundo, aunque intente luchar contra ello…
Gracias, gracias…
*reverencias al público*
Pues sí; lo más interesante de todos estos textos es que nos los apliquemos a nosotros mismos, y no, como dice el chiste: "El mundo se arreglaría si cada uno arreglase… la casa del vecino".
Pienso que el himno del apóstol debería atender a un problema que enfrenta la iglesia cristiana en general, a saber, el ecumenismo.
Con relativa facilidad se puede decir que las diferentes denominaciones cristianas, como los de Corinto, ponen mayor énfasis en sus diferencias que en la unidad en Cristo.
A mí me sorprende, más bien me parece increíble por lo impropio, que aún haya quienes piensen que, por ejemplo, los católicos no se van a salvar “porque son idólatras paganos” (así piensan los bautistas fundamentalistas), o bien, que los católicos tengan en segregación a los protestantes, y que además los consideren pecadores por no darle culto a los santos, las vírgenes, etcétera, y por tanto no deben ser aceptdos en la comunidad cristiana.
Es una pena -y lo digo yo, que no soy cristiano- que haya esa falta de comunidad o ecumene en pleno siglo XXI. Digo, si Cristo encontró dignos de su presencia y del evangelio a pecadores y publicanos ¡cuánto más deben dignificarse mutuamente todos los cristianos!
Por lo menos, este es un problema que tiene el cristianismo en México y supongo que en toda América Latina.