[Evangelio del domingo, 33.º Tiempo Ordinario – Ciclo B]
Marcos 13,24-32
Dijo Jesús a sus discípulos:
—En aquellos días, después de esa gran angustia, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los astros se tambalearán. Entonces verán venir al Hijo del hombre sobre las nubes con gran poder y majestad; enviará a sus ángeles para reunir a sus elegidos de los cuatro vientos, de horizonte a horizonte. Aprended de esta parábola de la higuera: Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, deducís que el verano está cerca; pues cuando veáis vosotros suceder esto, sabed que él está cerca, a la puerta. Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla. El cielo y la tierra pasarán, mis palabras no pasarán, aunque el día ni la hora nadie lo sabe, ni los ángeles del cielo ni el Hijo, sólo el Padre.
Angustia, tinieblas, estrellas que caen, astros que se tambalean… ¡esto parece el fin del mundo…!
Bueno, es que técnicamente, de eso se trata. En tiempos de Jesús (y, ¡qué cosas!, ahora también) estaba de moda una forma religiosa de expresarse que se llama «apocalíptica», aunque el nombre no lo inventaron ellos, sino más tarde. Digo que estaba de moda, pero tampoco es para tanto; algunos grupos judíos eran «apocalípticos» es decir, que se expresaban de esa forma y compartían algunas ideas, pero no eran la mayoría ni mucho menos. La diferencia con nuestra época es que ellos eran conscientes de que se trataba de una forma de expresión y no de una descripción de carácter físico como si se tratase de un documental de la National Geografic. Hoy en día, si un iluminado habla del fin del mundo y de las estrellas cayendo y de los terremotos y de la luna que se convierte en sangre está diciendo precisamente eso: que las estrellas («cúmulos de materia en estado de plasma en un continuo proceso de colapso», según la wiki) se caerán literalmente sobre el planeta Tierra, que las placas tectónicas liberarán energía bruscamente produciendo seísmos, que la luna cambiará su color lechoso por un tono cromático distinto… (bueno, esto ya sucede, pero la causa es la atmósfera de la Tierra).
¿A qué viene tanta palabreja técnica sacada de la wikipedia? Muy sencillo, trato de desenmascarar el absurdo de interpretar las palabras de hace dos mil años con los conocimientos de ahora, como si aquellas personas supiesen todas estas cosas. El estilo apocalíptico de expresarse era conocido, aunque los grupos realmente apocalípticos eran pocos. Jesús también se expresó en ocasiones aprovechando las frases e imágenes que los apocalípticos habían inventado, seguramente porque eran muy sugerentes y llenas de simbolismo. Que a nosotros nos resulte difícil interpretarlas es sólo nuestro problema.
Los apocalípticos creían que Dios iba a intervenir de forma definitiva en la historia. Se daban cuenta de que las cosas iban fatal (¡vaya coincidencia!), por las guerras, la opresión de los romanos y en general de cualquier imperio, por la injusticia de los poderosos contra los débiles… Pero ellos daban un paso más; estaban convencidos de que Dios iba a arreglar las cosas. Se daban cuenta de que las personas del mundo ya no podíamos arreglar la situación con parchecitos, buena voluntad hueca, embajadores de la ONU con maquillaje y maratones solidarios en la tele. Para ellos el mundo tenía que cambiar radicalmente, había que darle la vuelta como a un calcetín, y Dios era el único capaz de hacerlo.
Jesús, y los cristianos más tarde, aprovecharon estas ideas y este mensaje, pero le dieron un contenido totalmente nuevo: El mismo Cristo es la intervención definitiva de Dios en la historia, y su entrega libre por amor en la cruz es el cambio radical que los apocalípticos esperaban. No vendrá Dios con un ejército de ángeles armados con espadas de fuego para acabar violentamente con los malvados; lo que Dios hace en Cristo es cambiar las reglas de juego, ahora la felicidad estará en ser pobre de espíritu, manso y humilde y en trabajar por la paz; ahora la plenitud de vida estará en el vaciamiento, por amor, de las propias apetencias hasta ser capaz de entregarlo todo y entregarse del todo; ahora el que quiera ser ensalzado tendrá que vivir en humildad; ahora el que quiera ser primero deberá ser último; ahora el camino que lleva a la vida pasa por la muerte más ignominiosa aceptada sólo por amor; ahora descubrimos en Dios el amor más loco, más apasionado, tan totalmente volcado que es capaz de vaciarse de sí mismo…
Para expresar tanta novedad Jesús y los cristianos se dejaron interpelar por las imágenes impactantes de la apocalíptica: lo más estable que existe, lo que nunca cambia, las montañas, el sol, la luna y los astros caerán, cambiarán, serán convulsionados por el estremecimiento cósmico que supone la cruz de Jesús. No porque pensemos que estas cosas van a suceder literalmente, sino porque nos referimos a lo más estable de la historia humana, que ha sido y sigue siendo la codicia y el ansia de poder; a lo más sólido de nuestro sistema económico antes y ahora, que es la ganancia del más rico contra el más pobre; a lo único realmente globalizado, que es la pobreza y la miseria.
Todos estos procesos internos de la historia que funcionaban antes como funcionan ahora, han sido heridos de muerte por el mensaje, la vida y la entrega de Jesús. Todo se tambalea gracias a él. Éste es el mensaje. Ésta es la esperanza. Esto es trabajar por el Reino, por la paz, por la auténtica vida llena del Espíritu de Dios.
El evangelio de hoy añade más cosas. Jesús se refiere a la parábola de la higuera, que no es una parábola en forma de relato como de costumbre; es la higuera misma, la naturaleza toda, en realidad, la que se convierte en signo de vida nueva. Es la primavera, con su explosión de vida y color, la verdadera parábola de Dios en el mundo. Vivimos todavía en un invierno duro, larguísimo, difícil para muchos, pero ya podemos ver los puntos diminutos de las yemas verdes asomar entre las ramas de la higuera del mundo. Pocos los ven, muchos prefieren ser profetas de desgracias, agoreros de un fin del mundo que no es más que «final» del mundo. Jesús no es así, él ve que brota la vida, para él el fin del mundo es la «finalidad» del mundo: que lleguemos a construir entre todos en la Tierra la vida llena, justa y solidaria que Dios sueña para todos. Que «se haga su voluntad en la Tierra como en el Cielo».
(Imagen: Valdez Lopez, Wikipedia)
(Esta entrada en valencià en www.laparaula.com)
gracias javi, es un comentario muy bonito, claro y esperanzador. Hacia falta.
Vaya, curioso comentario, porque a mí siempre me había dado la sensación de que Jesús hablaba realmente de cataclismos físicos en el mundo real. Tu interpretación es bastante más "pacífica", por decirlo de alguna manera. En cualquier caso, me pregunto entonces cómo se podrá dar ese gran cambio que profetiza la Biblia, ese Juicio Final que dará como resultado ese "Cielo nuevo" y esa "Tierra nueva" en la que se supone que todo será rehecho de nuevo (muy en el estilo de lo de la Dagor Dagorath y el advenimiento de Arda curada, si has leído "El Silmarillion" de Tolkien), y en la que todos los seres humanos resucitarían en cuerpo y alma y ya no habría muerte. ¿O eso también es una metáfora?
Un saludo y feliz fin de semana 🙂
Estelwen Ancálimë
Pues no me he leído el Silmarillion entero, lo siento, es una de mis cuentas pendientes literarias.
Por otra parte, no es del todo imposible que los apocalípticos estuviesen pensando en acontecimientos físicos, pero he intentado expresar sobre todo dos cosas: (1) que ellos hablaban desde su conocimiento de la realidad, y no desde el nuestro; y (2) que para ellos los hechos físicos sin el mensaje de fondo que querían afirmar, no significaban nada.
1. De hecho los cataclismos de los que hablan, por separado, no son nada del otro mundo:
– El sol se oscurecerá: Pues un eclipse.
– La luna se volverá de sangre: El color rojizo que se observa en ocasiones, causado por la atmósfera de la tierra, y también en los eclipses de luna.
– Las estrellas caerán: Para ellos una estrella, un planeta, una estrella fugaz y un meteorito venían a ser lo mismo: Una luz en el cielo. Nosotros sabemos que las estellas fugaces pueden tener el tamaño de la grava y que una gigante roja podría contener entera la órbita de la Tierra.
– Los terremotos: son reales como la vida misma.
Todos estos fenómenos, inexplicables para ellos, eran símbolo de que lo más estable puede ser movido de sitio si la divinidad quiere. Tan sólo se están imaginando una situación en la que se dé todo a la vez: eclipse de Sol + de Luna + todas las estrellas convertidas en estrellas fugaces + todos los terremotos del mundo juntos.
2. Lo más importante. Para nosotros, occidentales de hoy, es posible pasarnos horas y horas hablando de la parte física de estos símbolos, sin sentir la necesidad de hablar de su significado. Hay muchos documentales que hacen eso: buscando el arca de Noé, sin hacer ninguna referencia al sentido del texto; hablando del Apocalipsis, de los milagros de Jesús, y de muchas otras cosas sin pensar que pueda ser símbolo de nada más. Somos como el gato al que le señalas la comida y se te queda mirando el dedo.
Por otra parte, la pregunta que haces tú también se la hacían los primeros cristianos: ¿Cómo se dará ese cambio? ¿Cómo serán los cuerpos resucitados?
A Pablo le hacen esa pregunta y responde desde su propia cosmovisión: Habla del éter como una "materia espiritual" de la que están compuestos los seres celestes y hace a partir de ahí una comparación, diciendo que los cuerpos resucitados serán distintos a los actuales, porque serán "cuerpos espirituales".
Hoy sabemos que, en el fondo, esta forma de hablar es metafórica, símbólica, pero eso no significa que sean mentiras. Sólo quiere decir que nuestro lenguaje es una herramienta limitada. Como nos gustan tanto las abstracciones, decimos lo mismo con otras expresiones: El cuerpo es esencial al ser humano, no es simplemente un "alma que habita un cuerpo" y que puede ir de uno a otro como en las pelis americanas de fantasmas (que son todas platónicas, por cierto). Por eso decimos que nuestra dimensión corporal resucitará, aunque no vuelvan a existir los mismos átomos de Carbono, Hidrógeno, Oxígeno y Nitrógeno que nos componen ahora.
No sigo porque esto nos llevaría muy lejos: hay que preguntarse qué significa la "dimensión corporal", qué es exactamente el "cuerpo", y muchas otras cosas…
javi mira que es dificil esplicar esas cosas, pues creo que lo has hecho muy bien, mi enhorabuena.
En el evangelio de hoy y creo al menos en parte se refiere a la pasion de cristo, y a su resurreccion, quizas sea disparatado pensar eso, pero es por la frase que dice "Os aseguro que no pasará esta generación antes que todo se cumpla" esa frase me da que pensar. aunque repito lo has explicado muy bien, y sigo pensando que el comentario que has puesto es para mi bonito, claro y esperanzador, pues ultimamente he leido sobre el fin del mundo, y casi de lo unico que se habla es del castigo tan terrible que se sufrira. y las esperanzas que dan son muy pocas.
En cuanto a los cuerpos resucitados… Yo tambien pienso que seran diferentes a lo que es el cuerpo tal y como lo conocemos hoy dia, y a la vez igual. Pero hasta que no llegue ese momento, me da la sensacion de que solo podemos imaginar.
Esa es la sensación que tenemos todos (empezando por los que se dedican a estudiar el tema). Pero más que imaginar, la palabra más bonita en este caso es: "esperar".
Esperamos que, al final, Dios será todo en todos, y esto nos llena de alegría.
No sé dónde aparece algo como que "no pasará esta generación sin que todo esto se cumpla", refiriéndose a este final del mundo.¿y se cumplió o se ha cumplido?
Yo siempre pienso que el final que a todos debería preocupar es el de la vida de cada uno. Pues nadie vive más de una generación, según la esperanza de vida de cada generación. Se anuncia un fin, seguro, para todos.
Le damos muchas vueltas a cuándo ocurrirá el fin, y será para nosotros el día de nuestra muerte del que no sabemos ni el día ni la hora. Por otra parte la eternidad,no cabe imaginarla en este mundo espacio-temporal. Entre nuestra muerte y el fin, en nuestros términos, pasará mucho tiempo pero quizá la experiencia de ambos fines, tras la muerte, es toda una, no lo sé.Supongo que para Dios, que es a quien más puede preocuparle el final total, es un drama tanto un cataclismo final que un accidente de tráfico hoy, porque para Dios es lo mismo : el fruto de la contingencia de esta vida; lo que le importa es cómo cada corta vida nuestra es vivida.
Y a nosotros, que no pasaremos de una generación, nos preocupan a veces más los cataclismos finales que el final de nuestra vida, nuestro accidente o nuestro cáncer o nuestro infarto,…que será nuestro cataclismo particular. Para el Señor un día son mil años y mil años un día, todo el tiempo está en Él como en una gavilla. Y lo de los cuerpos y las almas pues es como dice Javi. Nosotros separamos pero somos una unidad y del mismo modo que Dios imaginó este mundo puede imaginar otro, no nosotros. Ahora tampoco hay cuerpo y alma, es una forma de hablar del plus que es el ser humano respecto a todo lo demás. Pues como nos hizo enteros ahora, nos rehará enteros después, vamos que no se trata de que sobrevive una parte solo de nosotros, pero no se sabe cómo, del mismo modo que no hubiéramos concebido este mundo así antes de su existencia. Saludos.
Gracias, Inma.
Como bien dices, nos movemos muchas veces preocupados por lo que en realidad nos afecta menos. Y lo que nos toca de cerca, precisamente porque es tan cercano, parece que preferimos olvidarlo.