28 Mar 2024

¡Venga ese vino! (Juan 2,1-12)

[Evangelio del domingo, 2.º Ordinario – Ciclo C]

Juan 2,1-12:

Había una boda en Caná de Galilea y la madre de Jesús estaba allí; Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.
Faltó el vino y la madre de Jesús le dijo:
—No les queda vino.
Jesús le contestó:
—Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.
Su madre dijo a los sirvientes:
—Haced lo que él os diga.
Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo:
—Llenad las tinajas de agua.
Y las llenaron hasta arriba.
Entonces les mandó:
—Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.
Ellos se lo llevaron.
El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo:
—Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú en cambio has guardado el vino bueno hasta ahora.
Así, en Caná de Galilea, Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de sus discípulos en él.
Después bajó a Cafarnaún con su madre y sus hermanos y sus discípulos, pero no se quedaron allí muchos días.

Los banquetes de las bodas que se celebraban en Palestina en el siglo I podían durar días, algunos hasta una semana. El vino en concreto era un elemento imprescindible, signo de la alegría y de la fiesta; si faltaba a mitad de banquete, la pareja recién casada quedaría marcada por los vecinos: «aquellos a los que se les acabó el vino en la boda».
María, la madre de Jesús, aparece atenta a los problemas de la pareja y acude a Jesús para sugerirle, con mucho tacto, que ponga remedio.
Pero a Juan le interesa muy poco contarnos una anecdotilla que sucedió en una boda en una aldeilla remota del Imperio Romano hace centenares de años. Juan, con sus palabras sencillas, nos presenta un universo simbólico lleno de profundidad y de matices, para que nosotros nos metamos en la escena, escuchemos las palabras como dichas a nosotros y vivamos las consecuencias.
Igual que María estuvo entonces atenta a los problemas, también ahora –nos quiere sugerir Juan– lo está a los nuestros. Igualmente ella se acerca a Jesús para sugerirle la ayuda.
La respuesta de Jesús es sorprendente, parece un rechazo pero no lo es, pues sabemos que al final sí realizó el signo. Por eso decimos que la contestación de Jesús debe tener un significado más hondo: menciona la «hora». Es una forma de decir que Jesús no vino al mundo para poner parches a nuestros problemillas (oye, Jesús, que se me ha estropeado la cafetera, ¿tienes milagritos electrónicos a buen precio?). La «hora» de Jesús es la hora de su entrega, el momento máximo del amor de Dios derramado en el mundo cuando aceptó la cruz para nuestra salvación. La frase chocante de Jesús sitúa las cosas en su sitio. Jesús sí va a hacer el milagro, pero no porque importe tanto el vino de un banquete, sino porque significa la alegría del «banquete» eterno que los profetas anunciaban: símbolo de la venida de Dios al mundo.
María insiste ante la aparente negativa: «Haced lo que él os diga». También aquí las palabras van dirigidas directamente a nosotros, lectores y oyentes del evangelio. Lo que él nos dirá aparecerá varias veces a lo largo del texto, pero el resumen es muy sencillo: «amaos los unos a los otros como yo os he amado».
Y Jesús no tiene otra ocurrencia que utilizar las tinajas de las purificaciones para el milagro. ¿Por qué no pidió que cogiesen los barriles o tinajas vacías donde había estado el vino? Quizá porque la cosa tiene más miga que se nos suele escapar. Pero para ello hay que explicar un poco el contexto:
Los judíos en tiempo de Jesús seguían multitud de ritos y costumbres de purificación. No se trataba sólo de lavarse las manos por higiene, que también, sino de una forma de comprenderse a sí mismos ante Dios que subrayaba de forma exagerada la impureza, la indignidad del ser humano ante la grandeza y santidad de Dios. Todas las normas debían ser seguidas escrupulosamente y los que no lo hacían, que eran mayoría, eran considerados impuros para el culto y algo así como «indignos» ante Dios.
Jesús, como sabemos por muchos pasajes de los evangelios, rechazó esa imagen de Dios y esa vivencia de la religión, que tantas veces olvidaba lo fundamental: la justicia y la solidaridad que Dios quería para todas sus criaturas.
Las tinajas para las purificaciones sólo debían contener agua, llenarlas de otra cosa las convertía en impuras (atención, aquí la palabra «impuro» no tiene nada que ver con ningún pecado, simplemente eran «inadecuadas para el culto», y debían ser purificadas). Los sirvientes podrían haber argumentado en contra de Jesús: «No, esas tinajas no, vamos a coger estas otras que también sirven». Pero la intención del evangelista es más profunda: Si Jesús dice que vamos a coger esas tinajas, vamos a cogerlas. ¿Eso no significa dejarlas «impuras»? Sí. ¿Eso no significa cambiar las costumbres rituales? Sí. Significa mucho más: Jesús se nos ha puesto en plan subversivo. Pero vamos a ser serios de una vez: Si Jesús llega a tu vida, tus antiguas costumbres van a cambiar. Si Jesús se cruza en tu camino, tu existencia va a quedar vuelta patas arriba.
Los que escuchaban el evangelio se habían hecho cristianos ya de adultos, y sabían que significaba eso; la mayoría de nosotros somos cristianos desde niños, y ya va siendo hora de que nos planteemos que diferencia mi vida de lo que sería sin fe. Si tenemos nuestro tiempo reservadito para nuestras cosas, si tenemos una parte de nuestro dinero guardado para a saber qué, si tenemos nuestras costumbres, nuestras manías, nuestras convicciones… es posible que Jesús se cruce en nuestro camino y nos sorprenda dándoles la vuelta como un calcetín: «Ese dinero que tenías apartado, esas horitas que querías quedarte para ti… Todo eso lo quiero yo porque lo necesitan los pobres, lo necesitan tus hermanos. Cambia tus costumbres anquilosadas, atrévete a escuchar un mensaje realmente nuevo y distinto, atrévete a ser realmente alternativo/a…»
El final del texto es paradójico a más no poder. Dice que Jesús «manifestó su gloria», justo después de contarnos la anecdotilla del despiste del mayordomo. Vamos, que allí nadie se enteró del milagro, ¿cómo dice Juan que manifestó su gloria? Pues porque sólo sus discípulos creyeron más, los demás invitados de la boda siguieron bebiendo tan tranquilos.
El mensaje de Juan es claro, y quizá un poco duro: Jesús pasa por tu vida, eso tenlo claro, pero Jesús es capaz de transformar ante tus narices seiscientos litros de agua en vino sin que te enteres; si no estás dispuesto/a a cambiar tus costumbres, a poner en entredicho tu comodidad, a «hacer lo que él te diga», Jesús pasará de largo y tú ni te enterarás; por Jesús no te va a imponer nada. En cambio, si llevas por la vida los ojos abiertos, si eres capaz de escuchar la propuesta susurrada de María: «Haz lo que él te diga»; si no te tomas tan en serio lo que hace rígida tu vida; si eres flexible para aceptar lo auténticamente alternativo del mensaje de Jesús, entonces, ¡oh maravilla!, verás la Gloria de Dios donde menos te los esperes. Quizá en un simple vaso de vino compartido, en una hogaza de pan repartida entre hermanos.

(Domingo 2.º Ordinario – Ciclo C)

5 comentarios en «¡Venga ese vino! (Juan 2,1-12)»

  1. El final de tu entrada me recuerda a varios comentarios (de periodistas y articulistas de opinión, por cierto), que comentaban en la prensa que no pueden creer que exista Dios después de lo que ha pasado en Haití, que sólo pueden creer en el ser humano por todas las muestras de solidaridad que se han visto. Supongo que esos son los que siguen bebiendo el vino sin darse cuenta del milagro. Cuando yo leí esos artículos de opinión, pensé que para mí era justo al revés: que yo veía la mano de Dios en la humanidad, solidaridad e historias de esfuerzo, cariño y esperanza que se han visto entre tanto dolor y miseria. Yo he visto a Dios en cada bombero, médico, voluntario, en todas las personas que han invertido dinero, tiempo o esfuerzo en ayudar a los hermanos de Haití.
    ¿Que si Dios existe cómo permite que hayan terremotos donde muere tanta gente? Bueno, tengo entendido que en Japón hay terremotos igual de fuertes que el de Haití y es raro que haya víctimas mortales, debido a que hoy en día EXISTE la tecnología necesaria para construir casas que no se vengan abajo cuando tiembla la tierra. Una tecnología en la que también veo la mano de Dios, que inspiró la inteligencia de los científicos y arquitectos que han hecho posible tal cosa. En todo caso, en Haití más bien veo la mano del diablo en la codicia de los que permiten que siga siendo un país subdesarrollado y que no invierten en construir para la población casas como las japonesas, con las cuales esta tragedia jamás hubiera sucedido. Cuestión de perspectiva, supongo. Y de ser capaz de asombrarse bebiendo un vaso de vino.

    Un saludo:

    Estelwen Ancálimë

  2. Estoy totalmente de acuerdo contigo, Estelwen.
    A esos periodistas y articulistas yo les diría que tampoco creo que exista ese "dios" del que hablan. Pero es posible que exista otro Dios que ellos no conozcan…

  3. perdoname por no leer aun tu comentario, estoy con catarro y tengo y hasta mi cabeza esta congestionada, pero te pondre mi opinion cuando pase unos dias.
    si te dire que este texto me gusta tambien, me imagino a un cristo alegre, en la celebracion de una boda, con sus amigos y familiares, su primer milagro, rodeado de alegria, muy poquitos textos me encuentro en la biblia que me recuerde a la alegria de esta vida, parece que bendice la vida, aunque solo con el nacimiento de cristo, esta vida ya se bendice me parece a mi. ummm ¿es que hay algun texto feo en el nuevo testamento?

  4. Gracias, Andromeda! No te preocupes si alguna vez no puedes comentar.
    Textos "feos" en el nuevo testamento no sé si hay, pero sí algunos "duros", porque la vida también es dura a veces y el evangelio trata sobre la vida. También hay otros difíciles de interpretar, porque dependen a veces demasiado de su cultura de origen, o de la situación concreta en que se dieron.

  5. las tinajas llenas de agua para la purificación de los judíos representa o simboliza todo el culto de israel, fundamentado en ritos, normas litúrgicas, leyes, creencias, ritos, sacrificios, que hacian la vida dificil de llevar. Jesús cambia esa religión de la culpa, del pecado, de la contaminación, de la esclavitud, en alegría, júbilo, fiesta, como debe ser la vida del hombre. Dios lo creo para la libertad y la felicidad, pero el mismo hombre, el caín de siempre, se ha aprovechado de su hermano para explotarlo, oprimirlo, manipularlo y empobrecerlo.

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