Vaya con el revuelo que levanta el tema de los autores de la Biblia.
Ante todo: hace dos mil años no existía la sociedad de autores ni se le daba ninguna importancia a los derechos de autor. Mucha gente escribía con nombre falso (pseudónimo), o, simplemente, sin nombre (anónimos), y se quedaban tan tranquilos. Esto, de hecho, ha durado siglos.
También había algunos que ponían como autor a un personaje famoso (pseudoepigráficos). No lo hacían tanto por engañar, porque todo el mundo sabía que era una práctica común, sino por darle realce a su obra.
En la Biblia encontramos un libro llamado «Apocalipsis», y en el mismo libro se dice que fue Juan el que lo escribió. Tampoco concreta de qué Juan se habla, si es el mismo Juan de los evangelios, el Apóstol, o quizá otro Juan distinto.
Por esto mismo, los estudiosos no se ponen de acuerdo, pero hay una opinión que nos parece muy interesante y fundamentada, la del profesor Ugo Vanni. Según él, todos los libros de estilo apocalíptico usan el nombre de un personaje famoso que aparece como si fuera el autor. Insisto, no lo hacían para engañar a nadie, porque, por ejemplo, los libros de Henoc se escribieron muchos siglos después de Henoc; pero como el tal Henoc era un personaje curioso e importante (algún día hablaremos de él), pues se ponía el libro a su nombre y tan tranquilos.
Por esto mismo, el profesor Vanni afirma que el Apocalipsis de Juan no lo escribió Juan, sino otro autor que quiso poner su libro bajo la autoridad del gran Apóstol.
¿Entonces, nos podemos fiar de lo que dice?
Bueno, el Apocalipsis es un libro extraño, pero bien interpretado es muy interesante, y los primeros cristianos, después de muchas discusiones, al final aceptaron que también transmitía, a su manera, el mensaje de Jesús correctamente.
Alguien podría decir: «Pero es que no entiendo el Apocalipsis». No te preocupes, ya dijimos que se trata de un libro escrito en clave, te recomiendo que comiences por otros libros más sencillos y fundamentales, como los Evangelios. El Apocalipsis déjalo para después.
Que interesante ¿no? Por la ocurrencia del imaginativo profesor podemos rechazar con tranquilidad la paternidad juanina del libro. Yo también podría citar muchas alternativas plausibles, tomadas de otros casos a lo largo de la historia, y aducirlos como evidencia… Eso es simplemente ridículo, y por supuesto, carente de toda seriedad y valor probatorio.