28 Mar 2024

Anuncio y respeto (Lucas 10,1-12.17-20)

[Evangelio del domingo, 14 del Tiempo Ordinario – Ciclo C]

amaatusenemigos

Lucas 10,1-12.17-20:

En aquel tiempo el Señor designó otros setenta y dos, y los envió delante de él, de dos en dos, a todos los pueblos y lugares adonde él pensaba ir. Y les dijo:
—La mies es mucha, pero los obreros son pocos. Rogad al dueño de la mies que envíe obreros a su mies. ¡Andad!; mirad que yo os envío como corderos en medio de lobos. No llevéis bolsa, ni alforja, ni sandalias; no saludéis a nadie por el camino.
»Cuando entréis en una casa, decid primero: Paz a esta casa. Si allí vive gente de paz, vuestra paz reposará sobre ellos; si no, se volverá a vosotros. Quedaos en esa casa, comiendo y bebiendo lo que tengan, porque el obrero tiene derecho a su salario. No andéis de casa en casa. Si llegáis a un pueblo y os reciben bien, comed lo que os sirvan; curad a los enfermos que haya y decidles: El reino de Dios está cerca de vosotros. Pero si llegáis a un pueblo y no os reciben, id por las calles diciendo: Hasta el polvo de vuestro pueblo que se nos pegó a los pies nos lo sacudimos. Yo os digo que en el día del juicio habrá más tolerancia para Sodoma que para ese pueblo.
Los setenta y dos volvieron llenos de alegría, diciendo:
—Señor, hasta los demonios se nos someten en tu nombre.
Y Jesús les dijo:
—Yo veía a Satanás cayendo del cielo como un rayo. Ved que os he dado poder de pisar serpientes y escorpiones, y sobre todas las fuerzas del enemigo sin que nada os dañe. Pero no os alegréis de que los espíritus os estén sometidos; alegraos más bien de que vuestros nombres están escritos en el cielo.

La semana pasada escuchábamos que Jesús comenzaba con decisión su camino hacia Jerusalén, donde acabará dando toda su vida por amor a nosotros. Hoy el mensaje de la lectura se desplaza hacia los seguidores, hacia nosotros, y nos plantea una exigencia fundamental del seguimiento: somos enviados por Jesús para anunciar su llegada.

Las instrucciones que da Jesús comienzan poniendo las cosas en su orden: la primera cosa es rezar a Dios. La metáfora de los segadores, la mies y el dueño es muy clara. Dios es el «dueño» de la humanidad, a la cual somos enviados los cristianos. Y Jesús es muy consciente de que nunca acabaremos el trabajo. Hay mucho que hacer, y si Dios no nos ayuda, nuestros esfuerzos no conseguirán nada.

Las condiciones del envío son exigentes. Somos como corderos en medio de lobos, sin dinero, sin poder, sin prestigio. Somos sencillamente, enviados con un mensaje, que san Pablo comparará a un tesoro en vasijas de barro. Cuando lleguemos a una casa, no tenemos que juzgar, valorar, etiquetar a las personas ni clasificarlas en buenas y malas, no tenemos que dar órdenes ni mandamientos; la primera misión es la de dar la paz, una paz que siempre vendrá de Dios. Es posible que no seamos aceptados, entonces seguiremos con nuestro mensaje: el Reino de Dios está a las puertas. No nos toca a nosotros ejecutar el castigo de Dios, solo anunciar. Dios sabrá juzgar con amor.

Personalmente, las lecturas que hablan de la misión me hacen pensar mucho acerca de nuestra condición de cristianos llamados a anunciar el evangelio en un mundo que no quiere oír hablar de ello. Es cierto que en ocasiones la Iglesia ha hablado con un tono de prepotencia, como si poseyésemos la verdad; pero también es cierto que siempre ha habido buenos cristianos dedicados a proponer la Paz de Dios con humildad y sencillez. A nosotros nos toca ahora inventar formas nuevas de difusión del evangelio. No nos podemos quedar callados, y tampoco podemos creer que tenemos todas las respuestas.

Hoy hay mucha gente que piensa que la religiosidad se vive en la intimidad, en el espacio privado, y que no debería oírse públicamente. Es curioso constatar que esta gente expresa estas ideas suyas públicamente, y hacen muy bien; son ideas muy respetables. Pero también los que creemos que la propia fe se puede anunciar públicamente merecemos el respeto. Alzar la voz en discusiones no lleva a entendernos, a construir juntos la sociedad. Hemos de buscar espacios de diálogo y reflexión conjunta donde cada uno podamos decir nuestra opinión sin imponerla y sin perder la identidad

(Domingo 14.º del Tiempo Ordinario – Ciclo C)
(Dibujo: fano)

4 comentarios en «Anuncio y respeto (Lucas 10,1-12.17-20)»

  1. Gracias Xavier! Bienvedido a la web nuevamente! espero que Dios te haya permitido y ayudado a ordenar tus asuntos! Bendiciones!

  2. Gracias a ti, Maxi, por los ánimos y el comentario. El Señor nos ayuda siempre. 🙂
    A ver si nos encotramos en el chat este domingo.

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