[Evangelio del domingo 1.º Cuaresma – Ciclo B]
Marcos 1,12-15:
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto. Se quedó en el desierto cuarenta días, dejándose tentar por Satanás; vivía entre alimañas, y los ángeles le servían.
Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:
—Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.
Cuidado, que el evangelio de hoy es tan breve que casi se nos acaba antes de empezar.
Jesús acaba de ser bautizado en el río Jordán, y la Palabra del cielo ha sonado sobre él con una expresión transformadora: «Tú eres mi hijo amado». Palabras profundas que todo corazón humano necesita oír: «Te amo».
Después de esta experiencia, Jesús es llevado por el Espíritu de Dios, el mismo que ha bajado sobre él, al desierto, donde pasa cuarenta días, recordando los cuarenta años que el pueblo de Israel pasó atravesando el desierto, buscando su tierra prometida, deseando tener una identidad propia. El pueblo fue tentado de abandonar al Señor, y sucumbió al mal. Jesús comparte las mismas experiencias de los hombres y mujeres del mundo, está unido intensamente a su pueblo, pero es capaz de superar la tentación y de vivir entre los animales salvajes. Esta imagen recuerda al profeta Isaías, que anunciaba un futuro en el que la paz de Dios sería tan potente que hasta las bestias del campo vivirían juntas sin hacerse daño.
La segunda escena de la lectura de hoy nos sitúa en una tierra verde y fértil, Galilea. La noticia, como de pasada, del encarcelamiento de Juan Bautista, proyecta una sombra extraña sobre el principio de la predicación de Jesús. Mucho más adelante, a mitad del evangelio de Marcos, Jesús hablará de su muerte y resurrección, y entonces recordaremos que Juan, el precursor, ha sufrido primero todo lo que después sufrirá Jesús. Y se nos sugerirá, también, que los seguidores, si somos auténticos, avanzaremos por el mismo camino.
De todas formas, el anuncio inicial es claro: Dios ya está a las puertas, vuestra vida está en juego. Ha llegado la hora de las grandes decisiones porque ha llegado Jesús. Él es «la hora», él es la presencia de Dios en el mundo, y ha venido, como presentaba la escena anterior, para liberarnos del mal… si queremos. Por eso el grito urgente a convertirnos, a cambiar de mentalidad, a hacernos otro planteamiento de vida basado en la confianza en la Buena Noticia. Jesús es también la Buena Noticia que arriba de parte de Dios.
La urgencia no puede ser más grande. La ocasión es clara. Es ahora o nunca, porque, en realidad, las personas solo tenemos el «ahora», es el único tiempo en el que podemos tomas decisiones. El pasado ya no está, y el futuro puede ser un campo sembrado de promesas nunca cumplidas. Por eso Jesús nos lanza directamente al corazón un mensaje contundente: Ha llegado la hora; conviértete ahora.
(Domingo 1.º Cuaresma – Ciclo B)