Ayer decíamos que el Ap (Apocalipsis) lo escribió un señor (o señora) hace siglos para dar ánimos a su comunidad, que estaba perseguida, ¡y hasta estaban matando a algunos de ellos!
Pero nos surgió una duda, entonces, ¿por qué lo leo yo hoy? Pues ahí está la grandeza de los símbolos: que el autor los escribió hace casi dos mil años para sus amigos, pero también les dio significado para nosotros.
A ver si os suenan actuales algunas de estas frases:
– El mundo está muy mal, con las guerras, las injusticias, el sufrimiento de tantos inocentes…
– El mundo tendría que cambiar.
– ¿Qué está haciendo Dios para cambiar el mundo?
¿Os suenan? ¿Os parecen actuales? Pues eso mismo pensaba el autor del Ap hace tantos siglos, pero él hizo un descubrimiento… el mundo ya está cambiando, en el mundo, ya hay signos de cambio… Hay que mirar más allá… -mejor dicho-, más adentro, para darse cuenta de que Dios está ya dentro, junto a nosotros, cambiando el mundo aunque seamos tan ciegos y sordos que no lo captemos.
Y esto, el autor, lo describe con grandes símbolos. Habla de tormentas de fuego, de las estrellas que caen del cielo, de potentes terremotos y hasta del mar encendido en llamas. No es que esté pirado ni que vea visiones, todas estas cosas no suceden ante nuestros ojos, sino que suceden más adentro, en las tripas de la historia. Desde que Jesús dio su vida, tiene sentido el “sinsentido” de dar la vida, del amor hasta el final, del amor incluso a los enemigos. ¡Cientos de años diciéndolo y todavía no nos hemos dado cuenta de que es verdad! Qué listo era el autor del Ap; sabía que si no lo escribía con trazos gruesos y luces de neón no nos íbamos a fijar en ese mensaje que cambia la historia. ¿Y cómo escribían hace dos mil años con luces de neón? Pues utilizando símbolos grandiosos.
De eso se trata. De que hoy, tú mismo, tú misma, descubras que la historia, tu historia, está cambiando si dejas a Dios irrumpir en ella.