28 Mar 2024

Velar o no velar, esa es la cuestión (Mateo 24,37-44)

[Evangelio del domingo, 1.º de Adviento – Ciclo A]

preparados

Mateo 24,37-44:

Decía Jesús a sus discípulos:
—Cuando venga el Hijo del hombre sucederá lo mismo que en tiempos de Noé. En los días que precedieron al diluvio, la gente comía, bebía y se casaba, hasta el día en que entró Noé en el arca; y no se dieron cuenta hasta que vino el diluvio y los arrastró a todos. Pues así será también la venida del Hijo del hombre. Entonces, de dos que haya en el campo, uno será tomado y el otro dejado. De dos que esté moliendo juntas, una desaparecerá y otra quedará. Así que velad, porque no sabéis qué día llegará vuestro Señor.
»Tened presente que si el amo de casa supiera a qué hora de la noche iba a venir el ladrón, estaría en vela y no le dejaría asaltar su casa. Lo mismo vosotros, estad preparados; porque a la hora en que menos penséis, vendrá el Hijo del hombre.

Con las lecturas de hoy comienza el tiempo de Adviento, los cuatro domingos de preparación para la Navidad. Es normal que el mensaje sea insistente: Estad atentos, estad preparados, velad.
Leemos un fragmento del último gran discurso de Jesús en el evangelio de Mateo. Nos viene a decir que nos tomemos en serio nuestra fe, nuestro ser cristianos. Que Dios sea bueno no quiere decir que sea un buenazo; que esté dispuesto a perdonarlo todo no significa que no le importe lo que hagamos. El amor de Dios es amor-educador, que llama la atención cuando tiene que hacerlo, y que no deja pasar lo malo como si fuese bueno. Este es el sentido de la imagen de Dios Juez.
Los discípulos querían saber cuándo iba a ser el juicio de Dios, cuándo terminaría la historia. Jesús insiste mucho en que ni se sabe ni se puede saber. No da ninguna pista numérica ni enigmática para que ahora la interpretemos con complicadas operaciones y adivinemos la fecha del fin del mundo. Para él queda claro: Ni lo sabemos ni lo sabremos. Dios interviene en la historia cuando lo cree oportuno, y no tiene que pedirnos permiso.

Lo que de verdad importa es la actitud con la que debe vivir cada día el cristiano; actitud de vigilancia, de espera, de escucha de la palabra, de atención al mensaje de Jesús.
Fijaos en el relato de Noé, en el Génesis, el diluvio vino sobre el mundo cuando nadie se lo esperaba, sólo Noé, que tenía la actitud adecuada, el único hombre bueno sobre la tierra, fue capaz de estar preparado. Fijaos en el amo de la casa, que se prepararía si supiese cuándo viene el ladrón. En ambos ejemplos no hay ningún indicio sobre el cuándo, pero sí un mensaje claro sobre la actitud de espera.
Los dos hombres del campo y las dos mujeres que muelen juntas parecen iguales. No hay trabajos superiores ni inferiores, no hay trato desigual entre clases sociales. Dios ve en lo profundo del corazón y por eso se dice de uno y una que serán llevados y del otro y la otra que los dejarán. Es decir, la venida de Dios es momento de discernimiento, de dejar las cosas claras, de que la verdad oculta salga al descubierto. No nos fijemos en apariencias, nos dice Jesús, no juzguemos nosotros, que esa tarea le corresponde sólo a Dios. Preocupémonos de estar atentos y preparados, de velar.

Pues bien, ¿qué significa para nosotros, hoy, velar? Han pasado casi dos milenios desde que Jesús pronunció esas palabras; ya no nos preocupa el fin del mundo inminente. Pero el mensaje de atención y estímulo sigue vigente. Cada cristiano debe convencerse de que debe velar, debe prestar atención a su fe, debe responder al amor de Dios con algo más que palabras al aire, debe dedicar tiempo y esfuerzos a cultivar la fe.
No tiene sentido que nos esforcemos tanto por el fútbol, por ejemplo, o por nuestras aficiones; que seamos capaces de levantarnos de madrugada para ir a pescar, o en la mañana del sábado o domingo para llevar al hijo o a la hija al partido, que nos gastemos dinero en todo aquello que, aunque pueda ser interesante, no es esencial ni imprescindible… pero después vayamos a mínimos en nuestra religión, que regateemos con Dios los minutos, que la mínima excusa nos sirva para dejar de lado nuestras convicciones.
Ya hace tiempo que no vivimos en una «sociedad cristiana», pero todavía hay cristianos que no se plantean en serio que son ellos los primeros que han de responder a la llamada de Jesús. Hoy en día cualquier cristiano tiene multitud de posibilidades a su alrededor:

– para aprender más sobre la Palabra de Dios,
– para celebrar con la comunidad,
– para implicarse en la ayuda a los necesitados,
– para participar en una comunidad cristiana y ayudar a construirla,
– para leer y conocer mejor a Jesús, solos o en grupos de estudio y catequesis
– para rezar solo, o en grupo, o en familia,
– para fortalecer su fe en encuentros junto a otros creyentes,
– para reflexionar a fondo sobre su vida y sus actitudes,
– para dejarse ayudar y acompañar por otros cristianos en esta reflexión,
– …

Hoy no tenemos excusa; si de verdad Jesús tiene importancia en nuestra vida buscaremos la manera, encontraremos los momentos, nos esforzaremos por «estar preparados», por «estar velando». Porque el Hijo del hombre vendrá en el día menos pensado.

Traducción bíblica: La Casa de la Biblia
Domingo 1º Adviento – Ciclo A

2 comentarios en «Velar o no velar, esa es la cuestión (Mateo 24,37-44)»

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